La esquina

José Aguilar

Montilla debe irse ya

UNA derrota electoral es la cosa más normal del mundo. Quien participa en la lucha política democrática sabe que está expuesto a ella y que el camino del triunfo está empedrado de derrotas previas. Más aún: la victoria sabe mejor si se ha perdido varias veces antes de alcanzarla.

Pero, amigos, hay derrotas y derrotas. La del Partido de los Socialistas de Cataluña, el domingo pasado, no es una derrota cualquiera. Fue abrumadora, sin paliativos, humillante. En primer lugar, porque el PSC fracasó estando en el poder, es decir, después de disponer durante siete años de los resortes humanos y materiales que proporciona ser inquilino del Palau de la Generalitat. Siempre es más fácil resistir desde dentro que escalar desde fuera.

En segundo lugar, por los términos de la derrota. El PSC ha visto reducirse su grupo parlamentario de 37 a 28 escaños, ha logrado los peores resultados en votos de su historia (18,3%) y ha sido barrido por CiU en todas partes, incluso en sus tradicionales bastiones de izquierda. En tercer lugar, pero no menos importante, el socialismo catalán no ha visto impugnada sólo su gestión, sino también toda su estrategia de construcción de una nueva mayoría social y política en Cataluña por delante del nacionalismo clásico y por encima de la derecha.

Dejando a un lado, por ahora, a Zapatero, esta estrategia descalabrada tiene un nombre: José Montilla, el primer secretario del Partido de los Socialistas de Cataluña y también presidente de la Generalitat, a la que le enviaron con la consigna de desandar lo que había andado Maragall y en la que ha acabado adelantándolo. Nadie como él personifica el gran fiasco del domingo 28-N.

Montilla ha anunciado que no volverá a ser candidato a la secretaría del PSC (¡faltaría más!) y que no recogerá su acta de diputado. Parece que hace mutis, pero no. Increíblemente, piensa seguir al frente del partido hasta el congreso ordinario que, como muy pronto, no se celebrará hasta el otoño de 2011. Lo hará por responsabilidad, para no embarcar a sus compañeros en un congreso a las puertas de unas elecciones municipales, o por afán de seguir tutelando, ya en su retirada, a la organización que ha manejado hasta ahora, pero su actitud es impresentable. Después de lo que han gritado las urnas no tiene legitimidad para prorrogar la crisis en que está sumido el PSC y ejercer como líder de los alcaldes y concejales socialistas que aspiran a revalidar sus puestos.

El Partido de los Socialistas de Cataluña necesita como el comer una auténtica refundación: debate sobre su línea política, nuevo programa y nuevo liderazgo. Mejor convocar pronto un congreso extraordinario, por traumático que parezca, que aparcar la catarsis imprescindible como si nada hubiera pasado. Una agonía.

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