Aunque permanece en algún foro la idea de que el pacto con el Diablo fue una gran estafa, la constatación de que Lopera jugó al monopoly, antes palé, en junio del 92 justifica dicho acuerdo. Mirando la cara positiva de esta jugada hay que pensar en cuánto se habría dilatado la judicialización del Betis en caso contrario. ¿Hasta cuándo se alargaría con los recursos de un ciudadano al que sólo le ha faltado recurrir los nublados?

La estafa fue la del 92 y no la de este verano, por lo que el bético puede seguir en su estado de contento para continuar asistiendo al Villamarín con el talante festivo que anda mostrando. Y eso que hasta hay quien les pone peros a tal estado de alegría. Y ¿cómo no va a estar contento el bético por lograr algo que tanto se le fue resistiendo en estos tiempos de tinieblas y juzgados? Ya sabemos que sólo ha ganado un par de partidos, pero también se sabe que el Betis, al fin, hace bien las cosas.

Me encanta ver cómo el hermoso recinto que ahora es el Villamarín se colma de contento. Me encanta comprobar cómo por fin se ha gestado en el campo como se gestaba en los despachos desde que el dúo Haro&Catalán patronea la nave verde, blanca y verde. Y la conexión de dos veteranos rejuvenecidos que le está dando al bético ganas de ir al campo y de mostrar su alegría. Todos sabemos que un par de victorias es poca cosa para tanta alegría, pero ya se vislumbra lo que se anhela.

Como en la noche del Celta, la tarde del Deportivo fue delicioso tomar plaza en las remozadas gradas del estadio. No sólo son las sensaciones que emanan las directrices de Setién, sino la de que ha llegado el momento de disfrutar con un Betis que parece saber a qué juega y que envuelve en seda cuanto realiza. Como remate, la sentencia que oficializa lo que unos pocos béticos de bien denunciaron dos decenios después de que alguien comprara el Betis con billetes de mentira.