LLAMA la atención cómo Mourinho volvió a ser Mourinho cuarenta y ocho horas después de su correcta rueda de prensa del sábado. Entonces y con el ánimo contrito por el baño de fútbol que le había dado su bestia negra, Fútbol Club Barcelona, metió la manita enharinada por debajo de la puerta aunque no pudiese remediar volver a su esencia cuando apeló a la mala suerte o a la no expulsión de Messi. Hay que ver cómo es el tío, que defiende a un futbolista como Pepe y alimenta la exclusión del espectáculo del más excelso artista que holla los campos desde la desaparición de ellos de un tal Diego Armando Maradona.

Pero, bueno, convengamos en que no estuvo en su estilo y que mejoró bastante su imagen a pesar del resquemor que le supondría un nuevo fracaso ante su gran rival. Poco duró la casi ecuanimidad del gran entrenador luso, sólo cuarenta y ocho horas mal contadas. Poco antes de enfilar rumbo a Ponferrada apeló a la mejor historia madridista para compararse con Miguel Muñoz a causa del racimo de victorias consecutivas que truncó, precisamente, su bestia más negra, y sacó su cara más auténtica cuando dio por hecho puntuar el sábado en Nervión, pues de otra forma no se comprende que dijese que miraba hacia arriba y no veía a nadie.

No cabe duda de que a este hombre le han dado un crédito que ni el de Mel en el Betis, pues pierde, pierde y vuelve a perder con el Barça y nadie le da un tirón de orejas a ver si gana al Barça y, sobre todo, dice menos sandeces. Por cierto que ahora, desde la trinchera madridista, se critica que Rosell hablase de baño al Madrid cuando todos coincidimos en que lo de la noche del sábado en el coliseo de la Castellana fue un baño en toda regla a cargo de una filosofía de fútbol. Filosofía frente a cosas como la de colocar a un zurdo cerrado de lateral derecho o de no enterarse cómo Guardiola innovaba sobre la marcha para darle la vuelta a aquello, pero el tío tiene bula.