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Rafael / Padilla

Muerte al héroe

EL incidente ha ocurrido en Canadá y revela la estrafalaria jerarquía de valores que triunfa en la moderna educación. Briar MacLean, alumno de 13 años de un colegio de Calgary, fue castigado por auxiliar a un compañero de clase que estaba siendo atacado con un cuchillo por otros colegiales. Su conducta, lejos de ser ensalzada por la autoridad académica, le valió una severa reprimenda y la llamada urgente a su madre para ponerla en antecedentes de la peligrosa extravagancia de su hijo. El argumento que fundamenta el reproche encierra todo un compendio de estupidez supuestamente progresista: "no toleramos actos heroicos en esta escuela"; "jugar a hacerse el héroe" es una grave heterodoxia que debe ser inmediatamente atajada. Y ante la lógica pregunta sobre el incierto destino del agredido si, como pretendía la dirección, el chico hubiese tardado en encontrar al profesor (la opción destacada como adecuada por tan modélicos enseñantes), otra respuesta antológica: "eso no viene al caso ahora".

No me conformo con hacer chistes manidos sobre canadienses, ni voy a caer en la trampa de enjuiciar el suceso como aislado. No se trata, creo, de una simple anécdota, ni de una acumulación inusual de estulticia en un determinado claustro. Hace ya siete años, avisaba en estas mismas páginas de la calculada y sistemática ocultación de comportamientos ejemplares que pudieran ir desbrozando nuevos y mejores caminos. "La atracción del héroe -decía entonces- ha caído en desgracia". A fuerza de hipertrofiar la igualdad, incluso en el ámbito moral, irrita la excelencia, se procura acortar la distancia entre las actitudes excelsas y las miserables, se busca y se impone la mediocridad, se ridiculiza y se pena lo sublime.

La restauración de lo vulgar aparece como un objetivo irrenunciable que guía hoy todo propósito educativo, a mayor gloria de un mundo acobardado y débil, siempre a merced de la impuesta tutela de los poderosos. Éstos rechazan y reprimen cualquier destello de responsabilidad individual, quizá porque, al cabo, los desvela prescindibles y descubre alternativas viables a su oprobioso y atosigante imperio.

El héroe se está quedando sin sitio en esta sociedad nuestra de pensamientos únicos y reacciones regladas. Y con la ayuda inestimable de pedagogos y demás mercenarios del control omnímodo, se procura abortar cualquier conato de rebeldía, de iniciativa y de singularidad desde la mismísima cuna.

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