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Visto y Oído

francisco / andrés / gallardo

Mujeres

CUALQUIER parcela denominada "información deportiva" está copada por el fútbol, pero sobre todo por el Barcelona y, más especialmente, por el Real Madrid, con su canal propio donde incluso Florentino inaugura pantanos. Cualquier vídeo de cualquiera de las estrellas se convierte en noticia de impacto mientras se dan vueltas y vueltas con cuchara obsesiva sobre un simple detalle de las alineaciones, lesiones o los análisis de orina de Messi y Cristiano Ronaldo. Es la audiencia, estúpido, le diría a la cara Josep Pedrerol. Con cualquier palabra de Zidane y una amabilidad de esas de Luis Enrique ya tenemos montada una tertulia. Con el Atleti de convidado incómodo y las principales ligas extranjeras para comparar con esos mismos grandes, sólo la polémica rotunda, trapos sucios y alguna que otra miseria permiten la cabida del resto de clubes a esa mal llamada información deportiva. No hay que ser un apostante de Betfair para acertar que los Juegos Paralímpicos tendrán una mención escueta y exótica en estos días, salvo en TVE por múltiples obligaciones.

Al cabo de los días el espejismo de los Juegos Olímpicos se hace más evidente, el efímero sueño en el que cualquier disciplina se convertía en carne de prime time y jaleo general ante cualquier medalla. El deporte femenino, ausente durante el resto del cuatrienio de la atención de las cadenas nacionales, vuelve a desaparecer. Si ven asomando en próximos meses a nuestra paisana Carolina Marín verán cómo se sigue incidiendo en su carácter y en las anécdotas, como en Río.

Con Teledeporte como excepción, el deporte femenino vuelve a invisibilizarse de manera absoluta. Ni los palmarios éxitos en los Juegos Olímpicos entreabren la idea a los dirigentes de las cadenas de la posibilidad mediática de estas deportistas españolas y de qué manera unas disciplinas desenfocadas pueden generar interés. Entre un machismo histórico, que aún late en los tuétanos, y las miras cortoplacistas, el fabuloso negocio del fútbol de élite con la televisión no admite migajas.

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