HA sido el gran momento del deporte femenino de equipo en la televisión en España. Salvo las medallas en los Juegos Olímpicos y las proezas tenísticas o de natación, las disciplinas femeninas son de Segunda División. Y de Segunda División B. Tienen que llegar pelotazos de carácter titánico, como una final en baloncesto ante Estados Unidos, para que el deporte femenino se haga un hueco nocturno en un canal principal. TVE tuvo el acierto de llevar esta final del Mundial a La 1 desde Teledeporte (toda una profecía), aunque faltó promoción para festejar la epopeya de estar ahí. El partido fue visto por millón y medio de espectadores y un 9% de cuota, sólo un poco por debajo de la media de La 1. No es una cifra llamativa, pero tratándose de una selección femenina es digno de una apoteosis. Es inaudito. Y para colmo las chicas cumplieron de sobra los deberes de una final que era la predestinada para el caro mundial masculino de Mediaset, con la pájara colectiva que le entró a los de Orenga ante Francia.

La medalla de plata es un logro de oro para la televisión en España. El deporte femenino puede colarse en el prime time y brindar un dato digno: un deporte con interés para el público, que no está viendo ni a extraterrestres ni a herederas de liguero de Las Ibéricas F.C.. El viejo empeño feminista de equiparar la cobertura del deporte masculino y del femenino en la pantalla, una pura utopía como tantas otras, al menos parece tener así una ligera aproximación. La liga femenina de fútbol, que la programa Gol TV en las mañanas del fin de semana, al menos es un gesto. Las mujeres también pueden ser atractivas sobre el césped y la cancha. Atractivas por su juego y no se puede estar esperando a una final para comprobarlo. Otra misión más para la televisión pública. Los informativos seguirán abriendo durante siglos con Cristiano Ronaldo y sus sucesores, el Madrid y el Barça, por supuesto, pero se ha entreabierto la ventana a las mujeres. Ya era hora.