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Carlos Colón

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Mulatos, negros, conversos y gitanos

Curioso destino, probado o supuesto, de las obras de los Ocampo: mulatos, negros, conversos y gitanos

El descubrimiento del documento de venta del Cristo del Calvario a la hermandad de los mulatos aporta un dato sugestivo sobre los Ocampo y las hermandades de los mulatos y los negros a las que fueron a parar sus dos grandes crucificados del Calvario y Fundación. En el documento hallado por el investigador Joaquín Rodríguez Mateos se detalla que la venta a los mulatos del crucificado de Francisco de Ocampo por los herederos de Gaspar Pérez de Torquemada, apellido con olor a chamusquina inquisitorial, quien lo había encargado 24 años antes para su oratorio de la iglesia de Santa Catalina, se concertó por 1.300 reales de vellón para cuyo pago la modesta hermandad tuvo que solicitar un préstamo. Lo que recuerda las condiciones de la adquisición del Cristo de la Fundación por la hermandad de los Negritos, también tras un trámite de testamentaría. Lo esculpió Andrés de Ocampo en 1622, quedó la imagen en el estudio del imaginero y tras su fallecimiento en 1623 fue entregado por su viuda, para satisfacer una deuda o le buscara comprador, al pintor Pablo Legot, quien lo vendió a la hermandad de Nuestra Señora de los Ángeles en 1635, 12 años después de su hechura, por 1.400 reales de vellón. He aquí como el azar y la necesidad hicieron que dos extraordinarias obras de tan destacados imagineros fueran a parar en las tan próximas fechas de 1635 y 1636, y por un precio parecido, a las modestas hermandades de los mulatos y de los negros.

Si de lo documentado pasamos a lo atribuido y de lo probado a lo posible se abren sugestivas perspectivas sobre el destino racial de otras obras de Francisco Ocampo. A él se atribuye el Jesús Nazareno del Silencio, hermandad que tengo por trufada de conversos con Mateo Alemán al frente, nieto de un judaizante quemado por la Inquisición y nombre fundamental en la historia de la hermandad (además de en la de la literatura) de la que fue hermano mayor. También a Francisco Ocampo se ha atribuido el Señor de la Salud de la Candelaria, antiguo titular de la hermandad de la Antigua, Siete Dolores y Compasión hasta su extinción a finales del siglo XVIII, que llegó a la parroquia de San Nicolás en 1880 para sustituir al titular de la hermandad de los Gitanos cuando esta se trasladó a San Román, ocupando su altar y tomando su advocación.

Singular destino racial documentado -mulatos y negros-, posible -conversos- o sustitutorio -gitanos- de las obras de los Ocampo.

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