La ciudad y los días

carlos / colón

Si Muñoz y Pabón viviera

LA Esperanza Macarena en besamanos, hoy, en la Catedral. -Se equivoca usted, es en el Sagrario. No me equivoco. Sólo porque Ella está allí hoy, mañana y pasado el Sagrario es Catedral y la Catedral, una triste sombra gótica, santos sin rezos, altares apagados, mármoles bajo los que yacen los muertos con su fina sonrisa. Juan Sierra, sí. Hoy, mañana y pasado la Catedral le dice a la Esperanza lo que le escribió el poeta del barrio León: yo te pienso cuando quiero. Y la inmensidad gótica soñará a la Esperanza, tan próxima, tan lejana, aguardándola estos tres días que se le harán tan largos como el año que pasa desde que la despide en la Puerta de Palos hasta que la recibe en la de San Miguel.

Hoy, mañana y pasado eso que tantos queremos decir cuando decimos Sevilla estará en el Sagrario; y en la Catedral, los turistas. Díganme, de verdad, qué será más importante estos tres días, dónde habrá más rezos, y más consuelo, y más devoción, y más conversiones, y más confesiones del alma, y más certeza de vida eterna, y más reencuentros con quienes hemos perdido, y más derrota de la muerte, y más celebración de la vida, y más humillación de soberbios, y más exaltación de sencillos. Díganme si sólo por estar allí la Esperanza la gélida arquitectura de Zumárraga, Olviedo y Vandelvira no parece estos tres días más acogedora y menos panteónica; si la soberbia Piedad de Roldán no se hará un poco más popular y baratillera, como si a su alrededor brotaran blanco de cales, rojo de claveles y dorado de candelabros; si no parecerá que los monumentales evangelistas y Padres de la Iglesia que esculpió José de Arce están asomados a un balcón de Parras o de Escoberos viendo pasar a la Esperanza; si los antiguos vítores o víctores pintados en sus fachadas de la Avenida y Alemanes no sonarán a los "¡guapa!" que espontáneamente se gritan al paso de la Esperanza. Díganme si desde la novena de la Virgen de los Reyes se ha visto en la Catedral a tanto pueblo como se verá estos seis gloriosos días de besamanos y triduo. Pero bueno… Pierde quien pierde y gana siempre Ella. A ver si se enteran.

Si Muñoz y Pabón viviera saldría de su casa de la calle Abades arremangándose la sotana y recogiéndose el manteo al brazo como si fuera una capa de merino para ir más ligero a cantarle las cuarenta a quien correspondiera. ¡Ay, Dios mío, si Francisco Muñoz y Pabón fuera canónigo hoy, otro cuento te contara!

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