Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El Museo

La cesión del Museo pudo ser una decisión poco acertada, pero los problemas son otros y más graves

Cuando empezaba en esto del periodismo en Sevilla, hace ya un puñado de lustros, un viejo reportero que presumía de estar en todos los secretos y todas las conspiraciones de la ciudad me dio un consejo: si quieres quedar con alguien y que nadie se entere, hazlo en el Museo; a ningún sevillano se le ocurre entrar allí. Tenía razón. En aquellos años el turismo no era ni la décima parte de lo que es ahora y las salas con sus murillos y sus zurbaranes eran auténticos desiertos y en su última planta estaba la cafetería más discreta de la ciudad. Ahora hay bandadas de turistas, pero la ausencia de locales entre sus visitantes debe ser poco más o menos la misma. Y es que Sevilla ha vivido siempre de espaldas a su extenso patrimonio cultural y el Museo de Bellas Artes no ha sido una excepción, sino todo lo contrario. Solo así se entiende que la ampliación que está pidiendo a gritos desde hace décadas se postergue año tras año entre la más absoluta indiferencia de nuestras autoridades y, también, de nuestros ciudadanos.

En Sevilla se habla poco del Museo, si acaso para presumir en las guías turísticas de la segunda pinacoteca española, título que nos hemos atribuido y que si algún día fue hoy puede que no sea. En estos últimos días sí se ha hablado del antiguo Convento de le Merced en los corrillos de la ciudad. Y lo ha sido por la peregrina idea de la Consejería de Cultura de la Junta, la que dirige una sevillana que sabe lo que se trae entre manos como es Patricia del Pozo, de cederlo gratis et amore para que una revista especializada en famoseo entregara unos premios y se tomaran allí canapés y copas un puñado de conocidos y menos conocidos.

La cosa ha levantado alguna polvareda, como no podía ser menos. La verdad es que la consejera Del Pozo podría haberse ahorrado el follón por dos razones: primera, porque no parece lo más adecuado que el principal museo de la ciudad se le dé gratis a un privado para que organice una fiesta y, segunda, porque crea un precedente peligroso. Ahora cualquiera puede aspirar a organizar sus saraos allí y a ver quién y con qué argumentos le dice que no.

Pero no se dejen engañar por las nubes de tinta con la que algunos calamares intentan camuflar sus guerras particulares utilizando cuestiones como éstas. La cesión del Bellas Artes pudo ser una decisión poco acertada. Pero ni puso en peligro los fondos del museo ni nos debería distraer de los verdaderos problemas que tiene la pinacoteca y, por extensión, el patrimonio artístico y cultural de Sevilla. Y ese problema se llama abandono y desidia. Estén unos en San Telmo o estén los otros; estén unos en la Moncloa o estén los otros.

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