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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Nadie legisla sobre el uso del teléfono móvil

Hay colegios que permiten e incluso fomentan los teléfonos inteligentes en sus instalaciones

Atodos los partidos políticos se les llena la boca con las referencias a los asuntos que verdaderamente interesan a la gente. Se erigen en depositarios de ese conocimiento preciso sobre lo que conviene, afecta e incumbe a los ciudadanos, quienes, incautos, se pronuncian en las urnas cada cierto tiempo y (muchos) vomitan casi a diario en las redes sociales. De pronto se aprecia una atención por sectores de votantes hasta ahora orillados, como el de los cazadores. Resulta interesante, cómo no, que todos los colectivos atraigan atención de quienes están llamados a legislar o a gobernar. Pero nadie hasta ahora ha dicho ni pío sobre el mal que se avecina con efectos nefastos en pocos años: el uso del teléfono móvil por los adolescentes. La generación X se correspondía en su mayoría con la de las botellonas. En Sevilla apareció a raíz de la Expo, cuando se tomaron las calles para beber alcohol de trago largo como nunca antes se había visto. De eso saben bien los vecinos de Juan Sebastián Elcano o Madre Rafols, por citar dos ejemplos del castigado barrio de Los Remedios. Al alcohol se suma ahora el problema de la adicción a las nuevas tecnologías, tan necesarias como peligrosas. Aparte de voces tronantes muy particulares como la del juez Calatayud, no hemos oído nada de los candidatos en las recientes elecciones andaluzas sobre el empleo de teléfonos inteligentes, por ejemplo, en los centros escolares. El aparato presenta unas potencialidades muy peligrosas en jóvenes de 12, 13 o 14 años. Hay casos de colegios que permiten e incluso fomentan su uso a esas edades, cuando el criterio de responsabilidad y la capacidad de discernimiento están muy verdes. Como se diría en gaditano, estamos criando carajotes mientras enarbolamos la bandera de la modernidad. Y estamos también a un paso del establecimiento de zonas libres de teléfonos móviles, como por fortuna las tenemos ya libres de humos. Sólo Renfe se decidió a poner coto a los ruidos, perturbaciones y molestias que generan las nuevas tecnologías al ofrecer un vagón silencioso en el AVE. Resulta llamativo que, con lo aficionados que son algunos gobernantes a prohibir, nadie haya dicho nada sobre la necesidad de racionalizar el uso del móvil. En una iglesia leímos no hace mucho un letrero curioso: "Apaga tu móvil, no lo necesitas para hablar con Dios". Pero en el mismo templo vimos a un altísimo miembro de la curia con la atención fija en su teléfono. "Es que lo usa para seguir las oraciones", nos justificaron. Vaya, pues se ve que lo necesitaba. Del problema del ruido en las calles de los años 90 al riesgo de adicción a la pantalla de los adolescentes de hoy.

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