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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La Navidad que arrasa la Inmaculada

¿A quién le interesa hoy la festividad de la Purísima, el baile de los seises y la patrona de Infantería?

El 29 de noviembre nos encienden las bombillas de Navidad, cuando faltan nueve días para la festividad de la Inmaculada, que en el caso de Sevilla tiene una importancia trascendental. Todavía se recuerda la defensa del 8 de diciembre que hizo el recordado Eduardo Ybarra cuando peligraba el carácter festivo de la jornada. La sociedad de consumo, verdadera mano negra que todo lo mueve, adelanta los acontecimientos cada vez con mayor descaro. Qué más da el sentido de la Navidad, la importancia de los tiempos, las liturgias, el significado verdadero de las celebraciones... ¿A quién le importan estas cosas que sólo se plantean los aguafiestas de siempre, los aburridos, los intolerantes, los que pasan por amargados? Hemos creado un nuevo concepto de autenticidad que es en realidad la negación de la misma. Hágase la luz, símbolo de la alegría impuesta para el ciudadano y el gozo infinito para Endesa. Que el alcalde -"mi Juan"- le dé al botón cuanto antes como si fuera la portada de la Feria. Luces y más luces para estimular el consumo, que es lo que importa. Primero se crea la necesidad, objetivo primordial, y después ya veremos. ¿La Sevilla celeste? ¿La Purísima? ¿El baile de los seises? ¿La patrona de Infantería? ¿Los besamanos de la tarde del día 8? El concepto laico de la Navidad arrasa con todo como el caballo de Atila. Tunos y luces se mezclan. El poder de las bombillas es absoluto. La masa dirá que todo está precioso, obviamente. La Navidad, o eso que llaman Navidad, se mete hasta en el final del mes de los muertos. Ni el noviembre de los difuntos se libra de la exaltación de la luz, ni del black friday que hemos importado como Halloween, con el seguidismo propio de los borregos. Somos lanares para todo. Se han celebrado ya las primeras cenas de Navidad. Vivimos una espiral de locura, de angustia anticipativa, de montaña rusa sin sentido alguno, de una sucesión de eso que llaman eventos que se celebran porque sí, porque hay que hacerlos, porque la mano negra dicta la hoja de instrucciones. Una carta llega al buzón y ofrece tres mil euros por adelantado para las compras de Navidad. ¡3.000 euros! Qué rápido se nos olvidó la crisis, los reportajes sobre los arquitectos reconvertidos en taxistas, los empleados bancarios al sol de los lunes y aquella instrucción en los organismos municipales para hacer las fotocopias por las dos caras. Acertó el gobierno de Zoido cuando en 2011 promocionó Sevilla en verano con los reyes magos a la sombra de la Giralda. De la Inmaculada, como de los conventos, nadie se acuerda. Por eso quizás estamos en los mejores tiempos para vivirla. No está contaminada. Es pura, purísima.

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