Desafortunada fecha la vigésima tercera de Liga para el fútbol según Sevilla. Sale el Sevilla de la zona más confortable de la tabla y ve el Betis cómo sus aspiraciones van yéndose al traste mediante su recital de victorias sólo morales. Fue en una tarde de infausto recuerdo para todos en general con la imagen del Sevilla jugando a no se sabía qué y con la del Betis tan manida de lo blandito que es en la defensa de su espacio aéreo.

Yendo por orden, el petardazo del Sevilla en el campo de un equipo angustiado que ve cómo sus prometedoras inversiones de verano no han resultado como se esperaba. No aprovechó la timorata tropa de Lopetegui el regalo céltico al poco de empezar que rentabilizó En-Nesyri. A partir de ahí, con bastante más de una hora por delante, jugó el Sevilla a dejar pasar el tiempo sin que pasara nada y con la única ocasión del bien anulado gol al marroquí. Sólo eso, muy poco.

Y pasaron cosas, y todas malas para el Sevilla, que acabó con cara de tonto junto a la sensación de que este equipo que tanto prometía no está ahora para mucho. A renglón seguido, al Betis se le ponía todo de cara no más empezar y gracias al VAR, pues el árbitro ni se dio cuenta de que aquello de Lenglet era penalti claro. Pero poco duró la alegría, ya que el empate de De Jong era sólo un aperitivo de lo que el equipo de Rubi iba a sufrir en cuantos balones llovieran sobre su área.

La genialidad de Fekir que luego empañó con su autoexpulsión tampoco sirvió de nada. El árbitro, acaparador de todas las iras heliopolitanas, había dejado impune una segunda tarjeta a Sergi Roberto y dos asistencias de Messi al espacio aéreo local batieron a un Betis que se quedó sin aire tras un buen primer tiempo. Era esta derrota el pase de la firma a una jornada en la que se diluyeron muchas de las aspiraciones que con fundamento o sin él tiene el fútbol según Sevilla.