Pudo ganar el Sevilla, pudo ganar el Barça, pero la realidad es que ninguno de los dos hizo méritos para los tres puntos. Un encuentro que no respondió a las expectativas y en el que fue más tiempo el Barça quien llevó el peso del partido. El Sevilla se mostró muy consciente de la diferencia entrambos y planteó el pleito bajo la ley de la guerrilla urbana, dándole el campo al rival a la espera de una contra que le habilitara de gol.

Al descanso se llega con las espadas muy en alto, sin que se atisbe quién será el que se lleve el pulso. El Barça ha sido claro dominador en la primera media hora, pero con más dominio del juego que con amenazas de gol. Y el Sevilla se recompone tras la pausa por hidratación, ese recurso contra calores africanos, pero sin sentido en la primavera confort que disfrutamos. Y desde ahí mejoró el Sevilla, pero sin acercamientos peligrosos para Ter Stegen.

Lo curioso es que el pase de la firma a un tiempo de vamos a llevarnos bien fue una tangana que bien pudo dejar en inferioridad a más de uno. Afortunadamente para el espectáculo, el árbitro no consideró punible el empujón de Messi ni la exagerada caída de Diego Carlos. Tras el descanso, más de lo mismo, pero con mejores ocasiones de gol para los locales, especialmente en un zambombazo de Ocampos y en una oportunidad muy clara para Reguilón solo ante la puerta rival.

Todo acabó como empezó de cara al marcador, pero en el campo pudo verse cómo terminaba con Ter Stegen intentando rematar el último córner sobre Vaclík. Ahora la Liga toma un color nuevo, como si estuviera acorde con la nueva normalidad que empieza mañana. Parecía que el Madrid había perdido la Liga ante el Betis antes de la pandemia y ahora puede darse que la recupere de manos de un Sevilla que no se dejó ganar la pelea por el Barça, quizá el más espeso del siglo.