Sueños esféricos

Muy Noble, futbolera y cervecera ciudad de Sevilla

El impacto de la final Eintracht-Rangers del miércoles va mucho más allá de los 60 millones de euros que dejará

EL fútbol, ese invento tan seductor que huele a hierba recién cortada y a dinero sucio, tiene tal poder que cambia la vida rutinaria hasta de quienes no saben quién es Rafael Gordillo o Frédéric Kanouté pero que, de repente, se encuentra en el salón de su casa un espectacular televisor de última generación porque asoma en lontananza un nuevo Mundial.

Desde hoy, mañana y sobre todo pasado mañana, la ciudad de Sevilla va a ser literalmente invadida por decenas de miles de escoceses y alemanes. En el Ramón Sánchez-Pizjuán tendrán la fortuna de disfrutar de la final de la Europa League unos 17.000 aficionados del Glasgow Rangers y otros tantos del Eintracht de Fráncfort, pero será una minoritaria representación de los desplazados de uno y otro club.

Nuestro alcalde Antonio Muñoz, que maneja el percal turístico, anunció a la prensa un impacto de unos 60 millones de euros por la desmedida final que acogerá la ciudad. Y cuando anunció esa fabulosa cifra, mi mente quiso ir más allá, hacia los intangibles. ¿Cuántas veces va a sonar el nombre de Sevilla en los hogares de toda Europa? De una Europa que, además, por la sinrazón y la barbarie, descarta cada vez más enclaves para disfrutar de las vacaciones. ¿Y cuántos británicos y alemanes del círculo de desplazados hasta Sevilla se van a convencer de seguir los pasos de sus amigos o familiares y vendrán a palpar las excelencias de esta tierra cuando les aconsejen o vean las fotos de la fiesta desatada?

Igual que los canarios agradecen no acogerse al huso horario peninsular por esas cuñas gratuitas en los medios al dar la hora, el nombre de Sevilla resuena gratis en los rincones de toda Europa gracias al fútbol, al protagonismo del Sevilla y que también reclama el emergente Betis. El impacto va mucho más allá del récord de cervezas ingeridas en un día en la ciudad, que caerá. Esperemos que no degenere en desvarío.

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