Normandía

Hay armas que sirven a la libertad y otras que la invocan para extender la tiranía

Niños de una generación que todavía devoraba los tebeos de Hazañas bélicas, creados en la segunda mitad de los cuarenta pero aún presentes en los coloridos quioscos de la Transición, aprendimos de pequeños, también gracias a las películas, los nombres en clave de las playas que los aliados asignaron para el mayor desembarco militar de la Historia después de la fallida expedición británica a los Dardanelos y de la menos numerosa, pero impecable en su ejecución, de la Armada española en Alhucemas, que según afirman los historiadores fue estudiada por Eisenhower a la hora de planificar la formidable operación de Normandía. Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword son las ya míticas coordenadas de una acción que no carecía de riesgos y de hecho estuvo a punto de fracasar, aunque a esas alturas de la contienda la derrota de Alemania era sólo cuestión de tiempo. La propaganda posterior, incluyendo el cine de Hollywood, no ha ocultado las dificultades, que refuerzan la interpretación épica de los hechos, pero sí los llamados daños colaterales de un despliegue que dejando aparte los saqueos, las violaciones o los fusilamientos de prisioneros causó decenas de miles de víctimas civiles en ciudades como Reims, Cherburgo, Brest o Caen, literalmente arrasada por los bombardeos. Con todo, es claro que la contribución de Estados Unidos fue decisiva y que Europa está en deuda con los soldados que cruzaron el océano para librar batallas donde muchos de ellos se dejaron la vida. Dicen ahora los rusos que la celebración del aniversario ignora que fueron los soviéticos, desde años antes de que se abriera el frente occidental, los que primero frenaron y después obligaron a los invasores alemanes a retroceder hasta la rendición, pero no recuerdan el vergonzoso pacto secreto entre Hitler y Stalin, dos autócratas igualmente despiadados, ni el hecho de que las naciones liberadas por el Ejército Rojo pasaron en unos meses -nada lo ilustra mejor que el ejemplo de los campos reutilizados- de una a otra dictadura. Sin ese segundo frente, el telón de acero de la posguerra, como temía Churchill, se habría cerrado mucho más acá, incluyendo Austria y Alemania entera, además de Grecia que escapó de milagro. No cabe minusvalorar el enorme sacrificio ni el incuestionable heroísmo de la URSS en la por ellos llamada Gran Guerra Patria, pero los mismos pueblos que habían padecido la violencia nazi continuaron sojuzgados durante décadas por sus propios dirigentes. Ninguna guerra puede reducirse con exactitud a un enfrentamiento entre buenos y malos, pero hay armas que sirven a la libertad y otras que la invocan para extender la tiranía.

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