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Nostalgias de los peajes

Los andaluces son de segunda y no pueden viajar a otra provincia porque lo prohíbe el mando único

Vamos a empezar como en el programa del oyente: este artículo se lo dedico al vicepresidente de la Junta, Juan Marín, que es el responsable del turismo en Andalucía, y que es de los pocos ciudadanos que pueden viajar entre Sanlúcar de Barrameda y Sevilla, al ejercer un cargo público esencial. La mayoría de los bares sanluqueños permanecen cerrados, ya que los sevillanos de base no pueden viajar a Sanlúcar. Aunque ambas provincias están en la misma fase 1. Aunque la hostelería y el turismo de la costa de Cádiz tienen dependencia de la circulación entre las limítrofes. Aunque, si fueran vascos, sí que podrían viajar, eso seguro, porque los seis votos del PNV valen su peso en oro. Y porque los 10 votos de Ciudadanos, el partido de Juan Marín, se los han regalado, sin pedir nada para su Sanlúcar querida. Ahí quedó.

Y entonces nos acordamos del peaje. Es una pena la poca memoria histórica que tenemos. Venga a hablar de Queipo de Llano, y se nos olvida lo que ocurrió hace menos de cinco meses. Fue cuando abolieron el peaje de la autopista entre Sevilla y Cádiz. En la víspera, el 30 de diciembre, vino el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, para hacerse unas fotos. Cuando se empezó a circular gratis, la gente se las prometía muy felices. Algunos pensaron: me voy a ahorrar hasta 600 euros al año, y con eso me puedo pasar varios días en la playa.

Pero el hombre propone y la Moncloa dispone. Es posible que el día de la abolición del peaje (1 de enero de 2020) ya estuviera el coronavirus dando vueltas por la AP-4. Aún faltaban tres meses para el inolvidable 8-M, cuando no sólo enfermaron ministras y feministas ilustres, sino que también contribuyó el mitin de Vox en Vistalegre, no olvidarse, que ahí se pusieron malitos Ortega Smith y algunos más. Es posible, como digo, que el coronavirus llegara antes, pero no hay pruebas. Y desde enero tampoco había peaje.

¿Y qué? Con razón advertimos que se llenaría la autopista de camiones, al abolir el peaje. ¡Qué buenos profetas! Ahí la clavamos. Porque la autopista, sin peaje, ahora sólo sirve para los camiones, y para los que están permitidos, con un salvoconducto, porque trabajan en misiones esenciales para la patria, como Juan Marín; o en otros trabajos que son más esenciales que el turismo (el ocio o el negocio).

Todos éramos iguales en aquel tiempo, aunque pagando el peaje, pero ahora hay gente de primera y segunda. Los andaluces son de segunda y no pueden viajar de una provincia a otra, porque lo prohíbe el mando único… Y punto. Dicen que somos una autonomía. ¿De verdad?

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