Fue cosa de Lopera, pero es que en aquel tiempo, todo lo que hacía el Betis era porque así lo decidía el del Fontanal. Fue que el Cádiz estaba con la soga al cuello, con la economía por los suelos y sin saber cómo organizar lo que por entonces era su más sólido asidero. Un asidero con nombre propio, Trofeo Ramón de Carranza, que en ese año 2000 no parecía viable, pues ya casi en agosto, el Cádiz no tenía ni siquiera candidatos a componer el cartel.

Por cierto que tampoco el Betis de Lopera vivía los mejores días de su historia. Recién acaecido su descenso más ominoso a pesar de que su ataque lo formaban Finidi, Alfonso y Denilson, la guinda del indigerible pastel fue una negativa del plantel a jugar un amistoso en Mérida. Reclamaciones por un derecho de imagen que el omnímodo manijero manejaba a su antojo, el ambiente en el club verde, blanco y verde era como el de un polvorín a punto de explotar.

Pero a pesar del convulso ambiente, ya con Alfonso en el Barça, Finidi en Mallorca y Denilson cedido al Flamengo, el Trofeo se celebró gracias a la magnanimidad del prócer, que accedió a ir gratis al que ya no era trofeo de trofeos sino uno más de los pocos que ya registraba el agosto español. Fue el modelo muy parecido al de este año, pues entonces se jugó un Cádiz-Betis como único acto del antaño prestigioso torneo y tres a cero ganó el Betis, que así lo lograba por tercera vez.

Nuevamente, el Betis le ha lanzado un salvavidas al Carranza. al que no va desde que ganase la edición de 2007 tras trepidante semifinal con el Madrid solventada con un libre directo de Caffa casi en el descuento. Se dio la curiosa circunstancia de que Schuster suplió a Casillas porque consideraba a Dudek más especialista parapenaltis y aquello pintaba tanda. Pero fue salir el checo y catapum, gol bético. Once años después, el Betis vuelve a Cádiz, la historia se repite.