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PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

De Obama a María Velasco

DOS voces resuenan en mi cabeza desde hace cinco días en Sevilla. La de Barack Obama, desde que con ecos de Lincoln inició su viaje hacia Washington para culminar su llegada a la presidencia, y la de la sevillana María Velasco, gritando por teléfono a Radio Nacional de España que no podía soportar ni un minuto más el horror de la guerra en Gaza, protegiendo de las bombas a su hijo pequeño sin tener alimentos, luz ni gas. Ayer, el mundo enmudeció durante veinte minutos para escuchar a un hombre investido como mesías por falta de pacíficos revolucionarios (y tan humano que es capaz de equivocarse en el juramento), en quien se confía para redimir todos los pecados de la humanidad. Sobre todo el de las guerras y el terror del que ya ha huido María Velasco vía Egipto para regresar a Sevilla porque era víctima de una guerra calculada hasta en la fecha de alto el fuego para no ensuciarle la investidura a Obama. El líder que, desde hoy, será presionado por sus asesores recordándole que están en juego los intereses de Estado, las razones de Estado, las masacres de baja intensidad.

Resuena la voz de Obama invocando la palabra de Martin Luther King. Que nuestros sueños separados son en realidad uno solo. Eso es lo que he soñado. Soñar que pueden ser un solo sueño el de Barack Obama y el de María Velasco sin que asesinen al nuevo presidente por contravenir los mandamientos de los poderes fácticos. Soñar que cuando Obama se escuche a sí mismo, al eco del poder y al coro de la adulación, escuche también que el planeta es una suma de gritos de supervivencia como el de María Velasco bajo las bombas, las hambrunas, las epidemias y las torturas. Que imagine de esa guisa a su esposa Michelle protegiendo con su cuerpo a sus dos hijas por si el próximo misil derriba la habitación donde temen la muerte, y ese misil tiene que ver con lo que se decide en la Casa Blanca. Con eso ya habrá logrado ser un presidente memorable, aun a riesgo de ser un mártir prematuro.

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