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El poliedro

Obama insatisfecho,ZP balsámico

Tras cien días, Obama es sincero y exigente, mientras aquí se ofende nuestro oído con un "lo peor ya pasó"

HACE unos días, en este periódico, Juanma Marqués describía a Zapatero con el siguiente titular: "El bambi que desayuna carne cruda". Tenido por un outsider, el presidente del Gobierno era un hombre de transición, elegido por su propio partido para perder en unas elecciones cuya intención de voto cambió repentinamente tras las bombas del nihilismo religioso musulmán. Para sus siempre apasionados y hasta crueles detractores, pasó de ser un don Nadie a ser un mefistófeles que llegó desde los infiernos a La Moncloa, con escala en León y algún camuflaje laboral de PNN en una Universidad de provincias. ¿Una aparente buena persona que, en realidad, es capaz de cualquier perfidia con tal de permanecer en el machito, un bambi sanguinario? Sea un niño gregario hecho Maquiavelo, y hasta un Damian con el 666 bajo el cuero cabelludo, o sea la tal buena persona que liba el poder con fruición y éxtasis tras subir aceleradamente todos los escalones de Maslow, Zapatero tiene una serie de tics preocupantes, con la que está cayendo, expresión hartible (el otro día vi un cartel en un bar que rezaba "prohibido hablar de la que está cayendo"). El más desazonador de sus tics, la negación de la evidencia, tenida también por primera fase del proceso etílico que acaba con la entonación de cánticos populares. Pero no nos enredemos en la metáfora.

Desde hace casi cuarenta años, nuestra economía no caía con el estrépito que atestiguan los datos publicados el pasado miércoles. De marzo a marzo, la contracción del PIB es del 2,9 por ciento: un horrible dato. No hagamos sangre, ni con la faca bajuna de "el Gobierno no hace nada porque nada sabe hacer", ni con el escalpelo de "Zapatero ha negado una y otra vez todo lo que ha ido sucediendo", acusación tan cierta como trillada. Dicho esto, la reacción de Zp tras los oscuros datos mencionados no es de recibo: ¿cómo puede decir que "lo peor ya ha pasado", cuando es evidente que eso no es cierto? ¿Por qué ese empeño en rociar spray rosa ante nuestros ojos? ¿Es algo compulsivo? Simultáneamente, Obama declaraba que, tras cien días de mandato, se sentía contento (pleased), pero no satisfecho. Lo que subyace en el mensaje es precisamente lo que necesitamos escuchar también aquí. Menos vaselina y, sobre todo, mucha más confianza. El alarde por los logros grandes y pequeños, por los éxitos propios y hasta por los ajenos, no confiere confianza; más bien al contrario. En el sueldo de líder máximo de un país va el otorgar confianza, y decir la mayor verdad posible. A Obama se le percibe así. Zapatero no observa tal exigencia, que no es nada trivial. "Lo peor" vendrá con el aumento paulatino de un paro imparable, con el bajonazo en la recaudación impositiva, con el consiguiente vaciado de las arcas públicas, con la atonía palpable de la inversión y el consumo (bueno, en la Feria de Sevilla no es en absoluto palpable, pero ése es otro debate), con el aumento de la morosidad, con el imparable engorde de la tecnocracia política (cada vez que hay un cambio de Gobierno, hay que buscar colocación a una innumerable legión de ex). Lo peor no ha pasado: ni siquiera ha llegado. Toca insuflar ánimos, y predicar con el ejemplo. Más allá de los besos a piñón con los Sarkozy-Bruni. La visita del simpático presidente francés y su ideal esposa actual hay que encardinarla dentro de la miopía que aqueja al aún flotante ZP.

El fatuo trasiego de modelitos acordados de antemano, la insólita presencia de las consortes (Letizia, también ideal; Bruni, inconmensurable; Sonsoles, monísima en bohemio; todas alarmantemente encanijadas) y lo divertido y sobón de las escenas de familia serían pintorescas... si no fuera por lo que es. ¿Se acuerdan de que la semana anterior estuvo aquí la presidenta de la India, país clave en el nuevo juego de fuerzas global? No había alrededor moscones con las alcachofas preguntado estupideces, ni fotos de caderas bamboleantes, ni glamour. Ni interés. La Sra. Patil es septuagenaria y viste un tradicional sari nada ajustado. Añoramos -yo, al menos- a Carmen Romero, y hasta al transparente marido de la Thatcher que, como debe ser, se quedaba en casa cuando la dama de hierro salía a dar bocados de realidad. Mientras hacemos el cateto con los Bruni, mandamos a pasear a Patribha Patil -que viene a ofrecer su ingente y emergente mercado hindú- con Cristina Garmendia. Una ministra serie b. Pero estilosa y divina también.

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