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Plaza nueva

Luis Carlos Peris

Obama, o una liberación

NUNCA se había producido una fiebre como la de esta semana en torno a unas elecciones. Nunca digas nunca jamás, pero la conclusión es que lo de la madrugada del miércoles, martes en los Estados Unidos de América, ha pasado por algo. Ni siquiera cuando John Kennedy accedió a la Casa Blanca con su nueva Camelot, en esta tierra de garbanzos se removieron tanto los cimientos como ahora al conjuro de Barak Obama. La inmensa mayoría opina que tamaña expectación se ha debido más al color de su piel que a ninguna otra cosa. Un negro en la Casa Blanca cuando hasta ayer de mañana no podían casi ni compartir el bus con el blanco es de un calado extraordinario, pero me da que hay cuestiones de más incidencia en esa sobredosis de expectación que ha levantado la ascensión de Obama al sillón de Bush junior, que vaya los dos mandos que nos ha dado el angelito.

La arribada del hawaiano la acoge el mundo como una liberación, como la llegada de un tiempo más acorde con la normalidad, como un solemne corte de mangas al histrionismo y los caprichos del todavía usuario del Despacho Oval. Cuando Clinton, el Oval fue escenario de alguna que otra procacidad, pero sin nada que ver con las atrocidades que desde allí se han ordenado con Bush a cargo del teléfono rojo. Afganistán, Iraq, la prisión de Guantánamo, los polvos que engendraron los lodos del 11-S, que nunca sabremos qué es lo que fue antes, si el huevo o la gallina... Una liberación es lo que ha votado en masa el pueblo americano, un giro de ciento ochenta grados y a ver si suena la flauta y podemos escabullirnos de la que se nos viene encima.

...y, además, negro. Esto de la raza sería suficiente para que esa macroexpectación a lo largo de una madrugada de insomnio y televisión tuviese razón de ser. De ser apaleados por el mero hecho de ser negros hasta que un negro acceda a la Casa Blanca es para que la curiosidad dé paso a esa expectación de la madrugada larga e intensa del miércoles. Sólo cabe rezar para que no se corresponda el futuro con una frase que Barak Obama utilizó para rematar un encuentro con periodistas hace menos de un año. Sucedió en la Asociación de Periodistas Negros y, mostrando su perplejidad ante algunos que no lo consideran lo suficientemente negro, terminó el debate de esta manera: "Me preocupa que todavía estemos encerrados en ese concepto anticuado de que si agradamos a los blancos algo debe de estar mal". Sólo cabe pedirle al cielo que la ascensión de Barak Obama al primer sillón del mundo no sea sólo porque algo vaya mal. Mal van muchas cosas, casi todas las cosas, y ojalá ese sentimiento de liberación que atiborró las urnas con el nombre de este hawaiano se corresponda con el futuro.

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