La tribuna

Lourdes Alcañiz

Obama: sí, se puede

QUÉ energía ha liberado Obama, no sólo en millones de americanos, sino en cientos de millones de personas en todo el planeta? ¿Qué fibra interna ha tocado en los habitantes del mundo para que su elección haya sido recibida con ese torrente de emociones? Es la fe en el espíritu humano, la creencia en que nada es imposible.

Y una de la expresiones más poderosas de lo que la fe en el espíritu humano es capaz de hacer, es la historia de Estados Unidos. El espíritu humano, la perseverancia frente a la adversidad para alcanzar el triunfo, es la base, el cimiento del sueño americano. Un sueño que empujó a los pioneros a través del oeste, que inspiró a millones de inmigrantes a cruzar océanos y que dio aliento a esclavos y abolicionistas, como el ahora presidente electo de Estados Unidos ha recordado una y otra vez en sus discursos de campaña.

Durante los largos años de lucha, de sacrificios, de dudas en todas estas monumentales empresas humanas, hombres y mujeres movidos por la profunda convicción de estar haciendo lo mejor para ellos, para sus hijos y para los hijos de sus hijos se han repetido tres palabras sin descanso: Yes We Can. Sí Se Puede. Palabras que, gracias a Obama, resuenan ahora para alentar a millones de compatriotas que han perdido la esperanza.

A través de los siglos, la poderosa llamada de la idea del sueño americano atrajo a millones de personas de todos los rincones del mundo dispuestas a jugar bajo las reglas y ganarse un futuro mejor trabajando duro. Pero el sueño americano está roto. Las grietas aparecieron hace tiempo, con Bush comenzó a desmoronarse y la grave crisis financiera de los últimos meses finalmente lo ha desplomado. Trabajar jornadas laborales agotadoras, hacer sacrificios diarios, luchar para salir adelante sin ninguna ayuda del Gobierno (como dicta la verdadera filosofía americana), ya no son suficientes. Las familias están viendo embargadas sus casas, los trabajos se esfuman, no se puede enviar a los hijos a la universidad y no hay garantías para atender a los enfermos.

La esperanza en que es posible un cambio en esta situación sin salida, en que sí se puede darles una vida mejor a los nuestros trabajando, ésa es la esperanza que ha capturado Obama y con la que ha conseguido movilizar a millones de compatriotas de todas las creencias y colores. Un mensaje de esperanza que resuena mucho más allá de sus fronteras. Ése es el cambio que propugna Obama y no otro.

Nadie espera en Estados Unidos que sea el Gobierno nada más quien vaya a intervenir para resolver problemas al estilo Europeo. No es la llegada del socialismo a América. Aunque parte de la esperanza que promete Obama es que el Gobierno sea capaz de ofrecer una nueva protección a los ciudadanos en el terreno laboral, de la salud y de la educación, la energía que ha conseguido capturar el ahora presidente electo de Estados Unidos, trata de una nueva forma de ser americano. Obama ha definido el bien común no como una persecución de los propios intereses económicos, sino como un nuevo patriotismo, una nueva forma de pertenecer a ese país.

Y una de las redes para capturar esta energía es a través de programas de servicio nacional, programas en los que los voluntarios participan para reparar carreteras en su comunidad, construir colegios, reformar casas, dar clases o ayudar a ancianos a que hagan la compra. No por motivos religiosos (aunque las iglesias han canalizado muchas de estas energías), ni siquiera por militancia en el partido demócrata o republicano, sino por puro amor a su patria, un país en el que el patriotismo se vive sin ningún tipo de vergüenza. Las vías para verter todo este electrizante entusiasmo están abiertas en ese país donde desde siempre la sociedad civil ha creado asociaciones para todo. Lo decía Alexis de Tocqueville después de visitar América: "Los americanos de todas las edades, etapas de la vida e ideologías están siempre formando asociaciones".

Obama ha conseguido darle voz a la desesperanza de millones de familias de la clase media, de todos los grupos raciales, que a pesar de estar jugando bajo las reglas, no consiguen llegar a final de mes, tienen cargar la compra en la tarjeta de crédito o ir a trabajar aún estando enfermos. Pero ha ido un paso más allá: ha conseguido que sus compatriotas sepan que no están solos, que la lucha por sobrevivir de un trabajador textil en Carolina del Norte y un lavaplatos en Los Ángeles, es la misma. Que no viven en burbujas cerradas persiguiendo sus intereses individuales, sino que esos intereses son los mismos y, juntos, las esperanzas de todos se pueden hacer realidad. Obama ha conseguido que América vuelva a creer en el Sueño Americano.

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