Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Ocultismo

LA entrevista de Mariano Rajoy en El País el domingo permite vislumbrar qué se agazapa en la famosa agenda oculta del PP. Rajoy quiere seguir el camino de David Cameron en el Reino Unido que, como nadie ignora, es el ensayo más restrictivo que se ha empleado en Europa: 500.000 funcionarios en la calle, subidas de tasas universitarias, disminución del presupuesto para escuelas públicas e importantes recortes de gasto social. Respecto a Zapatero, las diferencias más destacadas serían dos: recortes más duros y menos tembladera de manos a la hora de aplicarlos. El PP no perderá el tiempo con vacilaciones improductivas. No tiene amistades electivas entre los sindicatos que le coarten la acción. El tijeretazo, que al menos sugiere la mano experta de un modisto, se transformará según parece en guillotinazo. Es decir, del sastre loco pasaremos al verdugo impío. Será cuestión de apretar bien los dientes, cerrar los ojos y esperar que la hoja de la cuchilla no tenga melladuras que ensucien el corte.

Pero no adelantemos acontecimientos. A estas alturas del desigual combate contra la crisis, ya empieza a dar igual cómo vapuleen a los asalariados o cómo disminuyan el estado del bienestar. Es decir, se puede elegir entre horca y silla eléctrica, pero el final es el mismo: la higiene social.

Pero las correcciones de Rajoy no terminarán ni mucho menos en la economía (aunque la economía acabe con nosotros). La agenda oculta implica también un cambio de rumbo de carácter moral muy significativo. Por ejemplo, con la corrupción. El PP tiene listo ya el decreto de amnistía para perdonar con el olvido a todas sus ovejas negras, en particular al ganado merino (y negro) que trisca en las ubérrimas praderas de Valencia, Castellón, Alicante y Madrid. Cada voto a favor será un activo para la desmemoria.

Y luego, en fin, está la agenda oculta de las grandes nimiedades. Cada una de las secciones del amplísimo arco ideológico que apoya a Rajoy (del centrismo al radicalismo) exigirá su parte en el pastel del triunfo. Y aquí, me temo, vendrán las incomodidades. Habrá que contentar a los curas, a los católicos perseguidos, a la educación privada, a los antiabortistas, a los contrarios al matrimonio gay, a los difamadores de los cineastas y cantantes de izquierdas, a los que empujaron a Garzón, a Sánchez Dragó, al alcalde de Valladolid y a toda la infantería que ha actuado con pundonor en la guerra de guerrillas.

Me temo, ay, que no va a haber suficientes medallas, lazos, laureadas, chatarreras, fajines y y entorchados para todos los pechos y cinturas que esperan recompensa. Habrá que inventarlas.

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