Sueños esféricos

Juan Antonio Solís

¡Oh capitán, mi capitán!

UNA frase redonda para resumir una asombrosa carrera: "Donde unos ponían el pie, Puyol ponía la cara". Esas palabras brotaron de los labios de Zubizarreta disparadas desde el corazón. Y así fue. El ex portero vasco, como capitán que fue de un gran Barça, sabe como nadie el legado que deja el melenudo defensa desde que viera cumplido su sueño de debutar en el primer equipo azulgrana, allá por 1999. Puyol sufrió lesiones muy poco comunes en un futbolista por eso, porque su valentía y arrojo lo llevaron a exponerse ante el peligro como el más valeroso de los matadores.

Para mí, Puyi, como le dicen en el vestuario del que se dispone a recoger sus pertenencias -qué cúmulo de sensaciones deben asaltar la mente al vaciar la taquilla y despegar las estampillas-, ha encarnado los más nobles valores del capitán: compromiso, carisma, carácter, pero también temple y discreción. Nadie más legitimado que él para besar el brazalete, como solía hacer cuando marcaba uno de sus raciales goles.

El pasado jueves, Puyol anunciaba su retirada, rodeado de gente muy principal del fútbol español, al mismo tiempo que Ivan Rakitic, a unos 1.000 kilómetros, portaba alborozado la Liga Europa por las calles de Sevilla, sumergido en ese mar de gozo en blanco y rojo. En el adiós del catalán hubo silencio y recogimiento. Mientras, en el recibimiento a los héroes de Turín, el centro neurálgico de Sevilla ardía en un ruidoso júbilo. Entre los cánticos del sevillismo resonó con insistencia "¡Raki, quédate!", porque el hombre que levantó la copa es el ídolo al que alargan sus brazos los niños.

El humo de los festejos se disipó ayer, con el cierre de la Liga en Nervión. Silencio. Ahora le toca mover ficha a Rakitic. Que se retrate solo, o con su hermano, para ponderar la verdad de su sonrisa. De su brazalete. Mientras él reía, Puyol lloraba.

¡Oh capitán, mi capitán!

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