Cuando usted, estimado lector, se asome a esta ventana se estarán urdiendo sendas fiestas en Pureza, el Arco y en los viejos jardines del Valle. Claro que será con permiso de una lluvia que ya se llevó por delante un buen trozo de nuestra Semana Santa en uno de los muchos alardes de inoportunidad que perpetra tan anhelado fenómeno meteorológico. Pero si San Pedro cierra los grifos nos estallará en la cara, un año más, la mayor explosión de fe y de vida que emite esta nuestra ciudad. Estaremos en el corazón del día más largo e intenso, más triste y festivo en la seguridad de que el drama tiene final feliz. Ojalá que a esta hora sea Pureza una lluvia de flores a su morena del alma, que de San Román a Verónica vibre la gente del bronce tras su adorado Manué y que, tras superar Parras, la Madre de Dios flote sobre un mar de fervor y de cariño enfilando su casa. Ojalá.
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