Por montera

mariló / montero

Ojos verde esmeralda

TENGO como deuda responder a tu mirada, mi pequeña niña afgana, de ojos color verde esmeralda. Llegaste a mi vida desde que tu rostro fue publicado en la portada de un periódico nacional por el cual entendí que tratabas de decirme algo. Te aseguro que lo primero que sentí fue la conmoción de que formas parte de esa gran población de cincuenta y un millones de refugiados que, juntos, compondríais un país más grande que el de España, Corea del Sur, Canadá o Arabia Saudí. En cambio vivís repartidos en grupúsculos millonarios acogidos en Pakistán, Líbano y otros tantos que os reúnen en un inmenso mar de tierra polvorienta donde enclavan grandes tiendas de campaña ausente de esperanza. Es allí, en ese mar de provisionalidad donde una inmensa masa de mayores y niños no tenéis ni un solo libro, infraestructura escolar, ni tan siquiera alimentos. Donde un grifo de agua para centenares de personas es el único camino para el consuelo diario.

Mi pequeña niña afgana que contribuyes a contabilizar más refugiados que los que provocó la II Guerra Mundial. Esa primera conmoción y el dolor solidario rebozado en la incapacidad de no poder ayudarte, sacarte de esa fotografía y traerte a mi casa me llevó a otra reflexión más inquietante todavía: la fotografía en sí. El retrato realizado por ese fotógrafo que de miles de sus capturas envió a las agencias tu tierno rostro. Con tu cara redondeada que no delata más edad de que tienes tres o cuatro años. Lo cruel de tu retrato en la portada de tantos diarios o anuncios televisivos es que hayan elegido tu bello rostro para clamar tristeza, pena. Que tu belleza haya sido seleccionada para que nos conmueva a los países más desarrollados a fijarnos en ti y, en consecuencia, en la situación de cincuenta y un millones de huidos de vuestro hogar y muchos separados de vuestros padres.

Pero no todos los refugiados son guapos como tú. Nos produciría cierto rechazo que la portada hubiera sido un niño con el estómago inflado inerte en el suelo siendo comido por las moscas. Por eso me pregunto, mi querida niña afgana, si es necesaria retratar la pobreza desde un punto de vista hermoso para compadecernos o a lo mejor movilizar más fácilmente nuestras carteras y enviarte dinero. Pero, sabes, mi pequeña niña afgana, que nosotros vivimos en el descrédito de que aquello que quisiéramos ofrecerte para que llegara a ti y poder salvar tu vida se desvíe en manos sucias. Es curioso que los editores, elijan la belleza para conmovernos ante la pobreza perenne en este mundo donde hay países en los que sólo se convive entre violaciones sexuales, guerras, choques étnicos, conflictos de poder, hambre, miedo, explotaciones de recursos naturales, violencia.

Te debía una respuesta y Dios quisiera que mi propia ayuda fuera tan real como el color de tus ojos verde esmeralda.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios