FERIA Toros en Sevilla hoy en directo | Morante, Castella y Rufo en la Maestranza

la ciudad y los días

Carlos Colón

Oliam Réquiem

TARDE de Feria en el centro medio vacío. Francos, Chapineros, Álvarez Quintero. Surcos abiertos por los brazos extendidos del Amor. Empieza, por fin, a hacer calor. Son tantas las ausencias y tan hondos los vacíos que no extrañaría ver sobre el suelo de Francos el apretado tapiz de cera y ramitas de romero que embalsama la muerte honda de la tarde del Corpus. Es tan profundo el silencio que se oyen ecos de ir y venir en mañanas de compras, de lluvia en atardeceres de noviembre, de villancicos en la vecina plaza de San Francisco, de largo piar de vencejos en tardes de marzo, de saetillas primitivas en Placentines, de Saeta sevillana en la esquina macarena de Francos y Chapineros, de campanillas de plata y Triunfal, del tic-tac imposible del reloj que señalaba en Al siglo sevillano los días que faltaban para la Semana Santa…

Ensoñaciones del paseante solitario que se desvanecen bruscamente ante el escaparate de Oliam. En él se exponen los últimos cincuenta años de Sevilla. No son libros de historia, ni fotografías. En el escaparate, ciego como el ojo de Polifemo, sobre el que ya no está la elegante doble marquesina con las cinco letras de Oliam como atlantes, se exponen maderas rotas, ladrillos, trozos de yeso… Las ruinas de la librería expuestas en su propio escaparate muerto. Las postrimerías del comercio sevillano, poco a poco sustituido por franquicias en un centro histórico cada vez más desangrado de su historia: sólo monumentos sitiados por veladores. Y ni ellos se libran: hasta los templos -Catedral, Salvador- se han convertido en museos y bazares.

Oliam. Estampas de primera comunión, tarjetas de visita, partes de boda, sobres y tarjetas con orla de luto para agradecer los pésames que se dejaban en la bandeja de portales con una hoja cerrada en señal de duelo, los primeros cursos de inglés modernos en discos de la BBC, las obras completas de los Álvarez Quintero en lujosa edición de cantos llenos de arabescos dorados, las colecciones de Austral y Alianza en el largo pasillo, revistas y periódicos extranjeros que sólo allí se vendían, los Vogue, Bazaar, Elle o Glamour que compraban las elegantes que llevaban cortos guantes blancos, la Colección Historias de Bruguera, el anuncio de los "más de mil libros de idiomas", la colección de 64 libros de Julio Verne -de Las indias negras a La isla de Hélice- de la editorial Molino.

Oliam está en los cielos libreros que perdimos junto al Rosario de Oro, Pascual Lázaro, Eulogio de las Heras, Lorenzo Blanco, Sanz, El Salvador, Atlántida, Montparnasse, Concilio, Nervión, Antonio Machado… En nuestras memorias descansen.

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