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Tomás garcía rodríguez

Doctor en Biología

Olivos de pasión

El olivo forma parte de tradiciones enraizadas en las culturas asiria, fenicia, judía, egipcia y griega

Considerado como el árbol proverbial de la sabiduría y de la paz desde el origen de la agricultura neolítica, los primeros documentos que contienen referencias al olivo son unas tablillas de barro, reinando Minos en Creta hace unos cuatro mil quinientos años. Es propio de la cuenca mediterránea oriental desde tiempos inmemoriales y forma parte de tradiciones enraizadas en las culturas asiria, fenicia, judía, egipcia y griega. La difusión hacia occidente de esta planta oleaginosa se debe en gran medida a fenicios y griegos, aunque se constata su presencia anterior en la península ibérica; posteriormente, los romanos serían los responsables de la expansión de los aceites de la Bética por todo el Imperio, transportando miles de ánforas olearias a través del mar y de grandes ríos. "Las aceitunas han engrasado las ruedas de la civilización desde que se construyeron las murallas de Jericó... Mucho antes de que fuese un alimento, el aceite de oliva embellecía el cuerpo, curaba enfermedades y nutría las almas" (Mort Rosenblum).

El cultivo del olivo es secular en el mundo hebraico y existen centenares de menciones en la Biblia, como el relato del Diluvio Universal en el Génesis que culmina con la liberación de un cuervo y una paloma por el patriarca Noé, regresando ésta con una ramita de olivo con hojas verdes en el pico que anuncia las tierras emergentes. El aceite se utiliza en rituales judaicos de unción y su luz resplandece desde antaño en lámparas de templos, sinagogas y hogares. Moisés proclama a su pueblo: "Ahora, Yahvé, tu Dios, va a introducirte en una buena tierra, tierra de torrentes, fuentes, /.../ ; tierra de trigo, de cebada, de viñas, de higueras, de granados; tierra de olivos, de aceite y de miel" (Deuteronomio 8,7).

Las tradiciones sagradas ancestrales se revelan a través de pasajes del Nuevo Testamento que se representan en pasos procesionales de la Semana Santa. El árbol sacro acude en Sevilla a la llamada del gentío en días de recogimiento y regocijo para creyentes, agnósticos y ateos que se reúnen sin citarse en calles, plazas o iglesias. Es partícipe de las cofradías populares de los Panaderos, Montesión y el Beso de Judas, además de intervenir en los rituales con palmas y ramas de olivos en el Domingo de Ramos. El referente bíblico escenificado es la pasión, el sufrimiento íntimo de Jesús de Nazaret en su prendimiento en el Monte de los Olivos a las afueras de Jerusalén. De este modo, a través de la venerable planta, se enlazan antiguos sucesos históricos y religiosos en lejanas tierras con una urbe ecléctica llena de contrastes, de sentimientos y explosión dramática de alegrías y añoranzas, de abandonos y esperanzas.

Antonio Gala transluce la esencia divina de este regalo primario de la tierra: "Sencillo e intricado, / con su tesoro a cuestas / el olivar cavila. / En él no son precisos ni rosas ni claveles: / solo estar siglo a siglo, / serenamente en pie. /.../ Mi patria sois; me extinguiré en vosotros / para que empiece todo una vez más".

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