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Juan Espadas ha estrenado precampaña aventando el espantajo de Vox. Por si quedaban dudas de la estrategia, ha venido a Andalucía el ministro Bolaños a decir que Ferraz apoyará a su candidato "frente al tándem Olona-Bonilla". El partido que reinó tantos años en Monsalves y San Telmo no anda sobrado de ideas. Y Bolaños, dicho sea de paso, no es el genio de la lámpara: en marzo de 2021, desde la Secretaría General de la Presidencia del Gobierno fue uno de los urdidores de la moción de censura de Murcia, que estrelló a Ciudadanos y catapultó a Ayuso. Espadas acude a la línea de salida con lo puesto y la duda de si llegará a 2026.

El voto del miedo cada vez funciona peor. Rajoy en la serie electoral de 2015/2016 planteó a los votantes elegir entre él y "los radicales". Entonces el coco era el emergente Podemos de Pablo Iglesias. Le salió bien; pasó de 123 a 137 diputados en la segunda vuelta. Susana Díaz intentó lo mismo con Vox en 2018, alentando el temor a la extrema derecha, pero los de Abascal entraron como un obús en el Parlamento andaluz.

Ahí ocurrió algo poco estudiado: al menos 100.000 votos de Vox el 2 de diciembre de 2018 procedían de gente que prefirió PSOE, Podemos o IU en 2015. La derecha radical no va ahora a por el antiguo votante de izquierdas; ya lo consiguió hace tres años y medio y eso fue lo que propició el cambio de gobierno. Haría bien Espadas en lanzar propuestas atractivas, antes de preocuparse de lo que hará Moreno con los diputados que consiga Olona. Ojo con ella; hasta ahora Vox ha jugado en las elecciones regionales con pesos pluma, incluido el juez Serrano, y se lanza aquí con un peso pesado. Esta estrella de la campaña, de la que todo el mundo habla, supone un doble problema para el moderado Moreno: captará voto ideológico en la derecha del PP y movilizará a abstencionistas de izquierda.

Moreno también agita un presunto Barrabás socialista; es una simpleza plantear que el PSOE puede hacer una coalición Frankenstein en Andalucía; aquí no se presentan ERC ni Bildu y Podemos está fracturado, sin fuerza ni liderazgo. En afirmaciones de estos días, el presidente ha recordado a todos sus antecesores. Dice como Escuredo que "Andalucía es la mejor tierra del mundo". Quiere que Andalucía sea como Baviera, igual que Borbolla pretendía que fuese la California de Europa. Afirma que en ocho o nueve años Andalucía superará a Cataluña, como Chaves en 2001 sostenía que veinte años después estaría entre las 20 regiones más desarrolladas de Europa. Utiliza latiguillos de Griñán, como "cuando llegue a ese río cruzaré ese puente". Y repite que "se va a dejar la piel" por Andalucía, que nos dijo hasta la saciedad Susana Díaz. De momento la precampaña es decepcionante; los guionistas están cortos de imaginación. A ver si la presencia de Olona estimula su ingenio.

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