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'On the beach'

Chris Rea, donde quiera que estés, que sepas que ya no hay secretos, misterio o intimidad en la playa: tu playa no existe

Sostiene L. que hay dos tipos de personas (y no hay clases intermedias o tibias entre estos conjuntos disjuntos): aquellas a las que les encanta la playa y aquellas otras que, en el fondo, la odian; y ésta no es una dialéctica cualquiera, porque se da el caso, vaya si se da, de que una pareja esté compuesta por un individuo de cada clase, lo cual pudiera estar detrás de algunas demandas de divorcio en septiembre. En su deliciosa canción On the beach (En la playa) se ve que Chris Rea conocía otro tipo de playa de la vigente -corría 1986 cuando la compuso-, y sobre todo de la vigente en estos días de agosto: "Guardaré los secretos del verano, las arenas del tiempo soplarán su misterio, solos tú y yo bajo la luz de luna, llévame de vuelta al sitio que conozco… en la playa". La playa agostí, como acuñó el memorable Forges, es otra cosa, y Andalucía está llena de playas agostís.

En esta semana casi todo ha pasado en la playa. Hemos visto cosas que no creeríamos. Fotos de construcciones efímeras de comunas de sombrillas -decenas de ellas- en rigurosa primera línea de mar, que harían palidecer a la formación en testudo o tortuga de las legiones romanas. Alijos de hachís interceptados en plena playa familiar (o sea, sin topless), para solaz y pasmo de cientos de niños y mayores; el formato se puede vender como turismo experiencial, al tiempo. Desembarcos de inmigrantes en orillas repletas de bañistas, una de las cuales, según vi, hacía las veces de aguadora de vuelta ciclista, afanándose en biquini en dar agua a los magrebíes y subsaharianos, que se najaban corriendo bajo el rugido de los rotores de los helicópteros de la Guardia Civil. Hemos visto truculencias que no creeríamos llegar a ver, aunque todo es posible en ese larguísimo callejón de los milagros en que se convierte la costa en estos días: un vendedor ambulante apuñalando tres veces a un policía local que lo conminaba a cumplir la normativa, con la ayuda de un bañista de criterio mucho más dudoso que el de la señora solidaria.

No sé qué más podemos esperar on the beach'. Aunque el puente del frenesí donde lo daremos todo entre arena, salitre y rompeolas mingitorios está a la vuelta de la esquina: el miércoles, todas las playas estarán repletas de gladiadores, veraneantes o domingueros: una caja de bombas. Chris Rea, donde quiera que estés, que sepas que ya no hay secretos, misterio o intimidad en la playa: tu playa no existe. Es otra cosa. En fin, siempre será peor estar asfaltando o poniendo ferralla en un puente de una autovía. Eso también. ¡Un cartuchito de camarones, Juan de Dios!

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