Once años ya y estamos donde estábamos, nada cambió desde aquel San Francisco de Sales en que unos padres vieron a su niña del alma por última vez. Han pasado once años de aquel desatino y las cosas sólo han cambiado muy poco y esa niña rubia a la que sus padres lloran y lloran sigue sin saberse dónde está. Pasaron los días, los meses y dos lustros y pico de desazón, los presuntos ya no son presuntos, el autor sigue pudriéndose en la cárcel, pero continuamos preguntándonos que cómo puede ser que el sistema no haya tocado la tecla adecuada para que esos padres sepan dónde han de llorar a su hija. Era sábado templado de invierno aquel 24 de enero de 2009 y unos padres siguen preguntando por un cuerpo ante la incredulidad de un pueblo que no entiende que esto pueda pasar. Sólo un cambio, que era sábado y hoy es viernes, pero estamos donde estábamos.