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La tribuna económica

Rafael / Periáñez

Oportunidades de negocio

EL Proyecto GEM (Global Entrepreneurship Monitor) nace 1997 con el deseo crear una red mundial que ayude al conocimiento globalizado de la creación de empresas. Hoy ya son más de 40 los países participantes, y ello permite obtener periódicamente una valiosa información sobre el mundo emprendedor útil para la gestión. Una de las cuestiones de las que se analiza su estado y evolución a lo largo de los años es la relativa al origen de las iniciativas empresariales que se ponen en marcha. Para ello los estudios suelen diferenciar entre el emprendimiento por "necesidad" y por "identificación de oportunidad", intentando separar las iniciativas empresariales surgidas ante la imposibilidad de sus promotores de encontrar otras fórmulas de integración profesional, y las aparecidas por la estricta identificación de oportunidades de negocio.

Aunque la semántica aparente de la diferenciación no me resulte del todo afortunada, lo cierto es que permite observar claras diferencias entre unos países y otros. Como norma general, es frecuente que en los países más pobres el mayor porcentaje de iniciativas empresariales responda a cuestiones de "necesidad", mientras que en los más ricos abunden las derivadas de la "identificación de oportunidades".

Partamos de que, sea cual sea su origen, lo que de verdad debiera interesarnos es que las nuevas empresas acaben por consolidarse, generando riqueza y empleo. Pero en paralelo, sigue estando candente en nuestro país el debate sobre la conveniencia o no de asumir completamente los criterios de Bolonia para las enseñanzas universitarias. Aunque pudieran parecer cuestiones sin puntos de conexión, nada más lejos de la realidad, ya que ambos temas tienen mucho que ver con el sistema educativo vigente.

Una de las aportaciones de Bolonia es la conversión de los estudios de creación de empresas en un elemento transversal dentro de los planes de estudio de todos los grados. Lo que me planteo es si con eso basta. Quizás mi concepto de Universidad no sea el más políticamente correcto. Estoy dispuesto a aceptar, incluso, que no se ajuste a los dictados de la "moda académica", pero sigo creyendo que el valor diferencial de un universitario reside no tanto en sus conocimientos técnicos como en la posesión de una forma científica de pensar. Algunos lo denominan también espíritu crítico, pero una de sus derivaciones es el desarrollo en la persona de una especial perspicacia para interpretar los acontecimientos y hasta, si se quiere, para ser menos vulnerable al engaño, la simplicidad o las visiones interesadas de las cosas.

Creatividad e inconformismo son ingredientes esenciales para la detección de oportunidades de negocio. Si queremos que se den, habrá que fomentar una peculiar forma de mirar la realidad que no entienda de axiomas o "verdades" inmutables. Bien que se fomente la empleabilidad, pero si con ello dejamos que la Universidad se convierta en una formación profesional ilustrada le estaremos haciendo un flaco favor al espíritu emprendedor.

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