Misericordina

Eduardo / Martín / Clemens

Oración y entrega

LA historia de la salvación no es cíclica sino progresiva. Asimismo, la cuaresma no debe ser repetitiva sino que, cada año, debe ser tiempo de gracia en la búsqueda de Dios.

El 11-2-2013 nos sorprendió Benedicto XVI con su renuncia. Este hecho presentó al mundo un panorama extraño. Pero nos hizo comprender que la Iglesia es guiada por el Espíritu Santo y que no quedamos huérfanos, pues el único puente entre Dios y la humanidad es Cristo y los demás somos mediadores "en tanto en cuanto".

Todavía era cuaresma (13-3-2013) cuando, para sorpresa de todos, aparece, en el balcón central de San Pedro, un hombre sencillo, aturdido por tanta responsabilidad, vestido de blanco y que había tomado por nombre el del gran reformador de la Iglesia desde dentro, conocido como el "Poverello de Asís". Su primer gesto, fruto de una profunda espiritualidad, fue ponernos en oración antes de impartir la bendición apostólica y desear "buen descanso a todos".

Él, sin ser médico, pero con gran experiencia de Dios, recomendó un tratamiento para que nos lo administremos en esta cuaresma: La misericordina.

Es un compuesto especial para este tiempo de oración cuando toda Sevilla se transforma en un quinario permanente y Cristo invita a refugiarnos en las llagas de su costado. De ayuno de comodidad, de orgullo y culto vacío. De limosna compartiendo con todos, especialmente con los más débiles, nuestros recursos porque… "se despojó de su rango" (Flps. 2, 6-11).

Con este tratamiento y cuando aún está la ceniza en nuestra frente el memento homo quia pulvis es… nos introduce en el camino hacia la pascua porque nuestra historia es de gracia y no resultado de un voluntarismo estéril y angustioso.

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