MARIANO Rajoy, el presidente del Partido Popular, clausurará hoy en Málaga la convención nacional que está sirviendo para lanzar a su organización a la campaña electoral de los comicios a las Cortes Generales del 20 de noviembre. Aunque con la misión formal de discutir contenidos programáticos, la convención es una puesta en escena social y la palpable demostración del ánimo que una anunciada victoria en las urnas, según todos los sondeos, genera en un partido político. Y no es que no se traten asuntos programáticos, incluso algunos extemporáneos como la reducción de diputados, que no podría aplicarse hasta dentro de cuatro años, sino que el PP se presenta ante los españoles en su cónclave para mostrar su fortaleza, vender confianza y tratar de convencer a quienes hasta ahora no le han dado su voto. La elección de una capital andaluza, Málaga, para celebrar esta convención no es casual ni baladí. Andalucía, el votante andaluz, es una apuesta estratégica de los populares para estas elecciones generales. El PP considera indispensable para conseguir una mayoría parlamentaria sólida y poder desarrollar el programa de reformas que, sin detallarlas, aseguran una y otra vez que demanda la nación, necesitan un amplio respaldo del electorado andaluz. Ésta es una estrategia de largo recorrido que ya dio sus frutos tempranos en las municipales de mayo, al ganar por primera vez en votos absolutos al PSOE en el conjunto de la comunidad autónoma andaluza; que pretende hacer su gran cosecha en noviembre y, esperan, que movilice una inercia irrefrenable hasta las autonómicas de marzo, con el objetivo de gobernar en la Junta por primera vez tras sus treinta años de existencia y ocho votaciones ganadas siempre por los socialistas, como ya ocurrió en mayo en comunidades con similar situación, caso de Extremadura o Castilla-La Mancha. Andalucía, aún más que Cataluña, será campo de acción preferente de Rajoy en esta campaña, consciente de la importancia de su electorado para la que sería su primera gran victoria electoral.