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EL Partido Socialista de Navarra, al igual que el PS de Cataluña, está poniendo en un compromiso a la dirección del PSOE en cabezada por Alfredo Pérez Rubalcaba por su ambición de alcanzar el poder en dicha comunidad autónoma aprovechando la debilidad en que se encuentra la presidenta de la misma, Yolanda Barcina, con la que había gobernado anteriormente en coalición. Barcina se ha visto envuelta en dos escándalos, uno por el cobro de dietas en la caja de ahorros local -que superó sin dificultades- y otro al conocerse que su consejera de Hacienda había presionado presuntamente a la responsable de la Hacienda foral acerca de la situación fiscal de empresarios que habían sido clientes en la gestoría que dirigía antes de su nombramiento. La comisión de investigación parlamentaria constituida al efecto ha arrojado como resultado que la actuación de la consejera de Hacienda fue irregular y de dudosa ética y estética, pero no ilegal ni demostrativa de corrupción palpable. No obstante, la minoría parlamentaria de UPN, el partido de Yolanda Barcina, fue derrotada ante la unión de los grupos de la oposición, que emplazaron a la presidenta a destituir a su consejera y dimitir ella misma, convocando elecciones anticipadas. La negativa de Barcina a dimitir es lo que ha llevado a los socialistas de Navarra a anunciar una moción de censura contra ella, aunque el rechazo del PSOE federal ha frenado momentáneamente su presentación. El problema de esta maniobra tiene un nombre: Bildu, el partido que agrupa a los proetarras, actualmente legalizado, pero firme en su objetivo de anexionar Navarra al País Vasco. Aunque el PS de Navarra asegure que no dialogará con los abertzales, lo cierto es que la moción de censura sólo puede salir adelante si Bildu le da su respaldo, de modo que si los socialistas la presentan ya saben que sólo triunfará con los votos de la llamada izquierda abertzale. Derribar a Barcina únicamente será posible aceptando al apoyo de Bildu, pedido o no pedido. La operación tiene, pues, mucho riesgo desde el punto de vista democrático en la medida en que, mientras ETA siga existiendo, la obligación de los demócratas es no coincidir jamás con quienes jalearon sus crímenes y actuaron siempre como brazo político de la banda. Y tiene un peligro evidente para el PSOE de Rubalcaba, un partido nacional, inequívocamente opuesto al terrorismo en todas sus facetas, y defensor de la Navarra autónoma y constitucional. El hecho de que se aproximen las elecciones europeas, tan decisivas para el porvenir político del propio Rubalcaba, hace más inviable la moción de los socialistas navarros: harían daño a todo el PSOE. Distinto es que Barcina, en minoría y muy debilitada, debería anticipar las elecciones ella misma.

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