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AUNQUE las urnas han dado una victoria clara al PP, también es evidente que los ciudadanos siguen apostando por la necesidad de un gran pacto para el Gobierno de España. No se trata sólo de que el PSOE se abstenga para facilitar la investidura de Mariano Rajoy con los votos del PP, Ciudadanos y alguna otra formación minoritaria, sino de que el principal partido de la oposición y el del Gobierno pacten una agenda básica que le dé sentido a la legislatura y que sirva para superar los peligrosos escollos que vamos a afrontar en los próximos tiempos. PP y PSOE (más Ciudadanos y todo aquel partido que quiera sumarse) deben llegar a una serie acuerdos básicos, tales como la reforma constitucional y el encaje de Cataluña en España, la consolidación del crecimiento económico sin recortar aún más el Estado de bienestar, la política europea, la reforma educativa y el cambio del sistema electoral.

Los últimos años nos han dejado claro que la Constitución del 78, que tan positiva ha sido para el desarrollo democrático, necesita algunos ajustes. Entre ellos, el más importante es la cuestión territorial y, en especial, el encaje de Cataluña en el Estado. El reto es conseguir que los catalanes se sientan a gusto en España sin romper la soberanía nacional ni la igualdad entre los territorios. Es una tarea difícil en la que hará falta generosidad e imaginación, pero cuya solución dotaría a España de un sosiego que le es muy necesario.

El tema económico es también sumamente importante. Una de las mejores herencias de la pasada legislatura ha sido la reactivación económica, que hay que seguir potenciando con las reformas necesarias, pero siempre teniendo en cuenta que el Estado de bienestar es lo que le da sentido a nuestra democracia y que sin él podemos evolucionar hacia escenarios de conflictividad y populismo no deseados.

La política europea debe ser otro de los grandes pactos. Después del Brexit, la UE ha quedado seriamente dañada y España debe apoyar sin vacilaciones la continuidad de un proyecto que, pese a sus defectos, ha dotado al Viejo Continente de una prosperidad y una fraternidad que nunca se habían registrado en la historia. La España de hoy sólo se entiende como parte de la Unión Europea y eso es algo que debe inspirar en todo momento nuestra política exterior.

Por último, hay que alcanzar definitivamente un gran pacto por la educación que dé estabilidad a nuestras enseñanzas y sobre el que cimentar la prosperidad del futuro en una sociedad en la que el conocimiento marcará la diferencia, así como reformar el sistema electoral para que todos los votos tengan el mismo peso y evitar futuras desafecciones con la democracia tan queridas por el populismo.

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