EL caso de las facturas falsas en el Distrito Macarena, que ayer concluyó su periplo judicial en el Supremo, encierra una gran paradoja: el partido que alertó sobre la posible corrupción, después confirmada, es el más penalizado por los sevillanos en las urnas, hasta el punto de no contar con un solo representante en el Ayuntamiento. El Partido Andalucista, víctima de sus debilidades y contradicciones, hizo un estimable servicio a la democracia sevillana alertando del cúmulo de irregularidades que se cometían bajo el mandato de los socialistas encomendados a controlar y domesticar uno de los distritos más poblados de Sevilla. Pero el machacón mensaje del voto útil para formar mayorías absolutas ha penalizado a las siglas desde las que se inició el proceso político y judicial para aclarar las escandalosas prácticas. Pagaron justos por pecadores dentro y fuera del PA. Sevilla les pagó con el ostracismo.

Paola Vivancos y Rafael Carmona encabezaban aquel PA que intentaba sobrevivir sin el carisma (para lo bueno y para lo malo) de Rojas Marcos. Tras destapar el arsenal de facturas falsas en el Distrito Macarena y poner contra las cuerdas al equipo de gobierno de Monteseirín, fueron acosados dentro de su propio partido. Los hermanos Villar, Agustín y José Luis, se hicieron con el control del grupo municipal. Vivancos y Carmona se fueron a casa.

Si los militantes eligieran en listas abiertas a sus compañeros para representarles en las elecciones, y si los ciudadanos a su vez pudieran espigar entre todas las listas abiertas para seleccionar en las urnas a sus preferidos, se primaría a los mejores, y se impedirían las purgas dentro de los partidos para cargarse a quienes airean las verdades del barquero. Por eso es tan prioritaria la regeneración de la democracia representativa. Quienes acaban teniendo razón en un caso como el de las facturas falsas, siempre tendrían de su parte a una parte del electorado, mal que les pese a sus enemigos de partido.