EL infinito diccionario del habla popular andaluza, en su apartado de definiciones mediante la comparación (ya saben, las de eres más feo que Picio, un zapatero granadino del siglo XIX condenado a muerte que fue indultado a última hora pero al que se le quedó la cara de susto) echa en falta a un Paco Gandía para acrecentar el repertorio con nuevas expresiones al hilo de la actualidad. No sería descabellado acuñar "tienes peor imagen que la SGAE", dada su voracidad recaudatoria. Sería capaz de cobrarle al Vaticano derechos de autor por cantarse en las iglesias el padrenuestro.

De ese jardín del descrédito se quiere salir Endesa por la que ha liado al calcular a ojo de buen cubero el consumo eléctrico en los hogares. Es más barato revisar los contadores cada dos meses en lugar de una vez al mes, como establece la nueva legislación. Hasta PSOE y PP han coincidido en las críticas por la injusta clavada.

Se lo ha dicho claro el consejero de Innovación, Francisco Vallejo: "Que devuelva de oficio el dinero cobrado a cada cliente, o lo descuente en la siguiente factura, pues ha cobrado consumos de 2008 con tarifas de 2009". Así se impone el constitucional principio de la presunción de inocencia: no es cada familia la que ha de demostrar que consumió mucho menos y le han cobrado de más, sino que es la empresa que tiene el monopolio la que debe probar quién ha gastado más de lo que ha pagado.

Si los ciudadanos, en la era de la sofisticación tecnológica, aplicáramos este método de valorar el gasto de un servicio sin cotejar los datos reales del presente, podríamos hacer virguerías pagando lo que nos parezca oportuno por un kilo de fruta en el mercado (y no el precio que marque la tablilla), por un traje en unos almacenes (y no lo que marque la etiqueta), o por un fin de semana en un hotel, y no lo que estipule su dirección. A lo mejor es que vamos hacia eso porque no me he enterado de que con la crisis se pone de moda el regateo.