Antonio Montero Alcaide

Escritor

Paisajístico Cercanías de Los Alcores

Valga refundar el antiguo Tren de los Panaderos como paisajístico Cercanías de Los Alcores

Hubo un tiempo en que el pan llegaba a las casas en burro, repletas las angarillas de teleras y de vienas todavía vivificadas por el calor del horno y con ese olor de lo recién hecho que viene a ser una fragancia virginal. Como la leche lo hacía en las cántaras del lechero, desde las vaquerías cercanas, acabado el ordeño, cuando el tetrabrik resultaba un ingenio de la ciencia ficción, tan dada al atrezo del aluminio. Por eso era protocolo obligado hervir la leche en la cocina, como pasteurización doméstica, en grandes ollas si la familia era crecida, y recoger la nata, proteínica y no grasienta, manjar para no pocos aunque también dé asco a muchos. Y así, confabulados el pan con la leche, frito aquel rebozado en esta, y cubierto de nata con azúcar o canela, gozar con el desayuno de cada día, aunque la receta no dé para emplatados de Master Chef.

Exordio culinario aparte, la cosa es que el pan, desde 1879 hasta los sesenta del pasado siglo, llegaba a Sevilla en tren desde Alcalá de Guadaíra, con vagones a cielo abierto en los que entraban burros con angarillas colmadas de pan que luego se vendía por los barrios sevillanos. Esta línea férrea recorría las localidades de Carmona, El Viso del Alcor, Mairena del Alcor, Alcalá de Guadaíra y llegaba, por Torreblanca, a la estación de la Enramadilla, en San Bernardo, donde se unía a la línea de Sevilla a Cádiz; como también se pretendió, aunque sin llevarse a término, continuar la línea desde Carmona hasta Montilla para unirla con la de Córdoba a Antequera. Fueron socios fundadores de la Compañía de los Ferrocarriles de Sevilla a Alcalá de Guadaíra y Carmona los hermanos José María y Francisco López del Pino, propietarios sevillanos ambos: el primero, José María, llegó a ser diputado a Cortes por Sevilla, por el distrito de San Román, entre 1871 y 1872. Participaron asimismo en la fundación, José de Caso y Aldana, propietario de los teatros sevillanos San Fernando y Cervantes, y el ingeniero francés Leoncio Barrau, que falleció en Sevilla. La iniciativa privada de la línea tuvo, desde el principio, problemas de liquidez, unidos a la carestía de los billetes y el escaso servicio entre las localidades. Aun así, Antonio Gavira Albarrán, ecologista recientemente fallecido y buen conocedor del llamado Tren de los Panaderos, detalla la opinión, publicada en el periódico El Baluarte, de 14 de febrero de 1896, de José María Gutiérrez de Alba: "Ya que me acuerdo mucho de mis mocedades, tengo muy presente cómo viajábamos entonces entre Alcalá y Sevilla: un burro, un carromato o una calesa más o menos desvencijada eran los vehículos más frecuentes; se tardaba dos o tres horas en el camino, cuando no había algún tropiezo extraordinario; costaba el viaje redondo ocho o diez pesetas y regresaba uno a su casa con los huesos molidos por el traqueteo y dando a todos los diablos el viaje".

¿No sería cuestión de refundar el antiguo Tren de los Panaderos como paisajístico Cercanías de Los Alcores?

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