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El balcón

Ignacio / Martínez

Palabras que marcan

TENGO una amiga que sostiene que hay palabras que marcan la piel. Expresiones recientes (y polémicas) de una fiscal y una abogada del Estado me evocan la cita. La fiscal del caso Rita Maestre, Marisa Morando, se ha opuesto de manera muy personal al recurso de la concejal de Podemos en Madrid, contra la multa de 4.320 euros por un delito contra los sentimientos religiosos. Sostiene la fiscal que la irrupción de Maestre y sus compañeras de algarada en la capilla de la Universidad Complutense hace cinco años se realizó con ánimo de ofender. Hasta aquí de acuerdo con la fiscal.

En las conclusiones finales de la vista reconoció que pedir que un espacio público no esté destinado a una confesión religiosa es legítimo. Aunque añadió que la forma y el momento atentaron contra la libertad de los demás. Por el contrario, en su escrito de esta semana, Morando es mucho menos considerada: "Es obvio que las señoritas están en su derecho de alardear de ser putas, libres o bolleras, pero esa conducta realizada en el altar, espacio sagrado para los católicos al encontrarse allí el Sagrario, lugar donde según sus creencias se encuentra su Dios, implica un ánimo evidente de ofender".

El tono de la representante del Ministerio Público es tan beligerante y desconsiderado con la rea, que también ofende. Utiliza muchos principios morales o religiosos y escasos argumentos jurídicos, que sería lo propio. Por fijarnos en un detalle: el término señoritas es desdeñoso. Si Morando aludiese en un informe a grupo de jóvenes varones mayores de edad ¿los llamaría señoritos? No, desde luego. Con Maestre emplea un lenguaje faltón y antiguo, que tiene la traza de buscar el escarnio.

Es reprobable que Rita Maestre y sus compañeras asaltaran la capilla de la Complutense. Ella ha perdido perdón y el arzobispo de Madrid, a todas luces menos fundamentalista que la fiscal en sus creencias, le quitó hierro a la cosa, aduciendo que todos hemos cometido deslices en la juventud. Un hombre de Dios sensato, monseñor Osoro.

La abogada del Estado Dolores Ripoll en el juicio del Caso Nóos dijo que Hacienda somos todos no fue más que una expresión publicitaria, que no podía ser aplicada en Derecho. A los elementos religiosos de Morando les pasa lo mismo: que no deberían ser aplicables en Derecho. Por cierto, qué razón tenía Ripoll: estos días hemos visto cómo ministros, ex ministros, actores, ex banqueros y hasta presidentes de medios de comunicación tenían relación directa o indirecta con empresas asentadas en paraísos fiscales, para evadir o eludir impuestos.

Desde la antigüedad diversas diosas han personificado la Justicia. La diosa romana de tal nombre se representaba con los ojos tapados, alegoría de objetividad. Y si la justicia es ciega, también debería ser fría y limitarse a aplicar el Derecho. Si fiscales y jueces dejaran su ideología y creencias en casa, irían al trabajo más ligeros e imparciales. Para eso se les paga.

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