la ciudad y los días

Carlos Colón

Palabras con rostro humano

PARA quien sepa leer las páginas sagradas del libro de la ciudad, las palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento se convierten en imágenes en el instante mismo de leerlas u oírlas. Es una visión interior que pone rostros muy conocidos y amados, rostros próximos y familiares, a la lectura de los libros sagrados o a las palabras oídas en la misa. Oíamos en la del domingo pasado el Evangelio de San Lucas -"Verán al hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad"- y en el instante en que se pronunciaban las palabras "gran poder" veíamos al Señor, estuviéramos en la iglesia que estuviéramos. Y no es cosa de la voluntad o ejercicio de la memoria, sino un acto reflejo. Las palabras gran poder, para ese sevillano que sepa leer las páginas sagradas del libro de la ciudad, tienen rostro y suenan a nombre propio.

Lo mismo sucederá en las misas de esta tarde y mañana. Oiremos en la primera lectura lo que Baruc escribió hace 23 siglos: "Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te da… Ponte en pie y contempla a tus hijos, reunidos de oriente a occidente a la voz del Santo, gozosos invocando a Dios. A pie se marcharon, conducidos por el enemigo, pero Dios te los traerá con gloria... Dios ha mandado abajarse a todos los montes y llenarse a los barrancos para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios… Porque Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su gloria". Y las galas perpetuas se harán túnicas de merino, antifaces de terciopelo, plumas y corazas trayendo la gloria; los hijos gozosos que invocan a Dios se harán bulla; Israel caminando seguro guiado por la gloria de Dios será ese cortejo que abren cuatro bocinas y cierran Morales, Gámez Laserna o Cebrián; y la mismísima gloria de Dios reflejada en un rostro humano se llamará Esperanza.

Y después oiremos el salmo -"nos parecía soñar, la boca se nos llenaba de risas y la lengua de cantares"- y veremos a la Esperanza por la Encarnación, cuando le cantó Álex Ortiz mientras el sol la esperaba en Alcázares. Oiremos la segunda lectura -"siempre que rezo por vosotros lo hago con gran alegría"- y veremos a la luminosa intercesora de la Resolana en su besamanos. Oiremos el Evangelio -"todos verán la salvación de Dios"- y veremos al Señor revestido de morado o de oro, en su altar o en su paso, ofreciendo a diario su talón agotado u ofreciéndose entero en su besamanos. Y daremos gracias por vivir donde las palabras sagradas tienen rostros tan humanos, tan queridos, tan familiares, tan nuestros. La ciudad que hoy es hondo silencio montañesino azul y plata.

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