DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Palmeras y napolitanas

Más que las guerras púnicas o las carlistas, el presidente le ha ganado 6 veces la guerra al virus

Con su tediosa aplicación del lenguaje inclusivo (pensará que el genérico, amén de ser la causa científica del maltrato, es una economía de palabras imperdonable en esta cruzada contra la austeridad), nuestro presidente del Gobierno ha formulado sin pretenderlo una relación entre la pastelería y la vulcanología. En su octava visita a la isla de La Palma, su Lanzarote particular en puertas del centenario de Saramago y de su propio medio centenario, hijo de año bisiesto, se dirigió a "los palmeros y las palmeras". En tiempos de Carlos V, como también sería presidente de Nápoles, si el Vesubio entrara en erupción se dirigiría a "los napolitanos y las napolitanas". Palmeras y napolitanas, la compañía del afrancesado cruasán.

Igual que en su relato de la vacunación, la labor del Gobierno ha sido fundamental para que el volcán Cumbre Vieja dejara de escupir lava, destruir viviendas y anegar plataneras. El presidente del Gobierno ha visitado la isla en ocho ocasiones; sería interesante estudiar las circunstancias en las que realizó cada una de esas misiones a la Isla Bonita. El presidente ha llegado mucho antes que las ayudas, algo inaudito, cuando a los palmeros les hubiera venido mucho mejor que hubiera sido a la inversa. En el centenario de Berlanga, Pedro Sánchez ha sido una media aritmética entre Plácido y Mr. Marshall. Con su enésima conferencia de presidentes autonómicos, horas antes de la Nochebuena, sólo faltó que le sugiriese a cada uno de los barandas territoriales que invitaran a un pobre a cenar. Las autonomías son muy suyas y las más norteñas se han desmarcado con un conato de Reconquista desde una Covadonga imaginaria. Este 2021 se han cumplido cuarenta años de Las autonosuyas, el delirio de Fernando Vizcaíno Casas, abogado de futbolistas y pareja del ajedrez del dramaturgo comunista Antonio Buero Vallejo.

Más que las guerras púnicas, más que las guerras carlistas que interesaron a Karl Marx y noveló Baroja. El presidente del Gobierno le ha ganado hasta en seis ocasiones la guerra al virus. Y sin que se le mueva ni un pelo del flequillo. Sale indemne de tornados, de Filomenas y de Maturanos, es como el vórtice, esa serenidad en medio del oleaje desatado que tanto sorprende a la marinería.

Pedro Sánchez anunció públicamente que ya no era necesario el uso de mascarillas en el exterior la misma semana del indulto a los presos separatistas; por un silogismo en bárbara, si da marcha atrás en su arenga sanitaria, lo correcto es que los indultados volvieran a prisión. Nadie lo quiera, porque su victimario sólo serviría para camuflar su verdadera condición de inquisidores.

Más que presidente del Gobierno, Pedro Sánchez aspira a ser como Sancho Panza gobernador de la Ínsula Barataria. Ya ha incluido en su agenda la novena visita a la isla de La Palma. Sus palmeras y napolitanas. El final de la Reconquista coincidió con las Capitulaciones de Santa Fe. La cuna de los piononos. El presidente ha conseguido que los académicos incluyan en el diccionario la nueva normalidad, su teorema de Pitágoras. Y dos huevos duros.

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