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Palos de ciegos

Los disturbios no fueron propagados por vecinos hartos, ni por populistas, ni por camareros de bares

Ante la segunda ola del coronavirus (¿o es ya la tercera?) la Junta de Andalucía establece nuevas medidas. Tanto Juanma Moreno como Juan Marín han indicado que se adaptan a las circunstancias y "a los criterios sanitarios". Aunque el presidente es del PP y el vicepresidente de Ciudadanos, en Andalucía hay menos discrepancias que en Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado se fastidian entre ellos mismos. Aquí cada cual puede decir una cosa y al día siguiente la contraria, como le ocurrió a Juan Marín con los viajes a Andalucía en el puente de Todos los Santos. Después se justificó, recordando que las cosas cambian de un día para otro. Por lo tanto, van probando. Cuando no funcionan unos principios, buscan otros. Es la sabiduría según Groucho Marx. En España siguen los palos de ciegos, a ver si sale bien por casualidad; y eso es lo que más preocupa a quienes sufren el toque de queda y el confinamiento perimetral.

El perímetro del confín puede ser elástico. No es lo mismo perimetrar La Rioja, Navarra o Asturias, incluso Madrid (comunidades uniprovinciales, más o menos grandes) que Andalucía, donde hay ocho provincias. La nuestra es la autonomía más grande de España. La provincia de Sevilla tiene más habitantes que La Rioja. Un detalle que evoca otro peligro inminente, del que nadie quiere hablar todavía: el confinamiento total, modelo quédate en tu casa, si proliferan los casos y la situación en los hospitales se complica.

Sevilla es una ciudad mal preparada para un toque de queda. Y no lo digo por los inesperados disturbios de Pino Montano, que no fueron protagonizados por los vecinos hartos, ni por populistas, ni por camareros parados de bares cerrados, sino por un grupúsculo de unos 40 niñatos conocidos en el barrio, acostumbrados a cultivar las flores del mal hasta altas horas de la madrugada. Empezaron con un contenedor y de ahí fueron degenerando. Las madrugadas valen para todo, y se aprovechan a tope, no sólo en Semana Santa.

Porque Sevilla es una ciudad mal preparada para un toque de queda, insisto. Aquí hay mucha vida nocturna. Aquí hay murciélagos en el Parque de María Luisa y puede que algún vampiro. Aquí no existe una costumbre de cenar a las siete de la tarde, como aquellos guiris que veías en el barrio de Santa Cruz a la hora de la merienda. Aquí los bares se quejan, como sector esencial para la economía, mientras se barrunta que van a pasar de lo malo a lo peor. Aquí no hemos aprendido nada, y en otoño seguimos diciendo lo mismo que se escuchaba en primavera. En este país, los políticos pueden pasar de curso con todas las asignaturas suspendidas.

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