Panorama desde el puente... de Triana

Desde la barandilla del puente se puede reflexionar sobre esta ciudad y su realidad

Estos días que recordamos y celebramos al señor Santiago y la señora Santa Ana son especiales en toda España y desde luego entre los trianeros. En plenos días festivos del gran arrabal, les deseo lo mejor a todos los nacidos en Triana, a los que tienen la fortuna de vivir allí y a todos los que se sienten trianeros. Y, cómo no, a los que gozamos del privilegio de tener parte de nuestras raíces y afectos allí. Mis padres y abuelos vivieron en Triana y gran parte de la familia es nacida en el barrio. Y por si eso fuera poco, he disfrutado de muchas vivencias únicas en sus calles, cuyos nombres evocan a personajes del barrio, Fabié, Pagés del Corro, Rodrigo de Triana, Luca de Tena, enmarcando la manzana del Colegio Reina Victoria, que proyectó Aníbal González, uno de sus edificios más interesantes por su diseño avanzado en lo docente y afortunadamente bien restaurado.

Un barrio de cosas sencillas que deseamos transmitir a nuestros amigos de fuera cuando los invitamos a dar un paseo por sus calles. A veces nos preguntan: ¿Triana no es un barrio muy turístico? Quizás les engaña la fama y sonoridad de su nombre. Les aseguramos que no, que es un sitio bello donde poder disfrutar rodeados de vecinos amables y cordiales. Sin falsos abolengos ni perejiles que en ese barrio no se usan más que para su auténtica cocina. Un paseo por Betis, Pureza y San Jacinto y un par de paradas en la Plaza de Santa Ana y en Las Golondrinas, les basta para asentir con la cabeza, mientras llenan su estómago y su mente de sabores que les satisfacen. Pero el barrio creció y es mucho más que su casco antiguo. Compruébenlo por ustedes mismos. Merece la pena. Del Altozano al Patrocinio. De la calle Ardilla al Tardón. Con lindes con Los Remedios y la Expo. Y mucho más que usted seguramente conoce y evoca.

El Puente de Triana siempre ha sido un lugar especial. Y hoy aún lo es más si cabe, por la posibilidad de contemplar ambas orillas tanto aguas arriba, hacia La Cartuja y San Jerónimo, como aguas abajo hacía el puerto y el mar. A un lado, la ciudad cuajada de monumentos, los muelles con la Torre del Oro, hasta los Jardines del Cristina. Al otro lado, el arrabal marinero, con la fuerte zapata que sujeta la calle Betis y un caserío sencillo pero sugerente como lugar de paseo y encuentro en la fiesta trianera. Y en medio, la lámina de agua de la dársena protagonista de algunos de los momentos más entrañables de la Velá. Por cierto: ¿han ido a la Velá enamorados? Si les ha ocurrido saben de lo que hablo y, si no, aprovechen la ocasión.

Cosas sencillas que ofrece esta ciudad y que se transforman en maravillas al alcance de la mano. Desde la barandilla del puente se puede reflexionar sobre esta ciudad y su realidad, una embriagante mezcla de logros y carencias, que se cubre con un manto de belleza que alcanza a ambas orillas. Pero hoy es día de fiesta en Triana. Ya habrá otros momentos para comentar y analizar todo lo que se descubre mirando desde el puente.

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