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La esquina

josé / aguilar

La Pantoja como paradigma

SE ha explayado la Sala Segunda de la Audiencia de Málaga en el auto que ha venido a denegarle a Isabel Pantoja la suspensión de la ejecución de la sentencia de dos años de cárcel por blanqueo de capitales que el mismo tribunal le había impuesto. Cabe un recurso de súplica para evitar el ingreso en prisión, como ha anunciado su abogado, pero ¿para qué? Ese recurso lo resuelve la misma sala, que no parece muy proclive a cambiar de opinión, dada la contundencia de los argumentos que ha empleado.

Contundencia hay en el auto en cantidades industriales. La Audiencia reconoce que la cantante española que más presencia mediática ha tenido por motivos extraartísticos reúne a priori los requisitos exigidos por la ley para que se le suspenda una condena: no más de 24 meses de cárcel y ausencia de antecedentes penales, pero ambas son condiciones necesarias, no suficientes para recibir el beneficio.

Para explicar por qué no son suficientes la Audiencia ha empleado dieciocho página de un texto que resulta más demoledor para la figura de la Pantoja y vejatorio para su imagen pública que la sentencia misma. Ahí se subraya que la condenada puso sus sociedades a disposición de su pareja, Julián Muñoz, para el lavado del dinero ilícitamente obtenido como concejal y alcalde del Ayuntamiento de Marbella, que fue en su momento el mejor ejemplo nacional de urbanismo corrupto (por eso cumple seis años y medio en el caso Malaya). En su momento: después ha sido ampliamente superado por escándalos de mayor fuste.

También defiende el cumplimiento estricto de la sentencia por la necesidad de primar por encima de todo su función de "prevención general", es decir, para que los ciudadanos interioricen que deben ajustar sus actuaciones a criterios de ética y legalidad y para intimidar a aquellos que pudieran sentirse tentados de realizar conductas como la enjuiciada. Pero cuando la Audiencia se pone más explícitamente enérgica contra las aspiraciones pantojiles de no pisar la prisión es cuando constata la gravedad de los hechos que la van a llevar allí (a la prisión): su actividad se configuró como "paradigma de ilegalidad criminal en el aprovechamiento privado y torticero del patrimonio público".

Encima, no ha mostrado error o arrepentimiento. Tenía Isabel Pantoja todas las papeletas para acabar en chirona. Las compró hace tiempo, en sus días de vino y rosas (segunda parte).

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