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Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Parálisis y 'grasia'

A falta de caseta donde lucirse, el 'grasioso' contará este año con el balcón para lucir sus dotes

Deberían estar ocurriendo otras cosas en la ciudad. Bien lo saben. Pero ha perdido el pálpito y anda como con respiración asistida. Muchos de sus vecinos lo están de verdad. ¿Cuántas veces habremos utilizado los plumillas la palabra parálisis para referirnos a una situación que no respondía, en la mayoría de los casos, a lo que verdaderamente significa? Y los políticos bastante más. Hay que recordar la época "normal". Según la oposición, el gobierno municipal tenía paralizado casi todo, por no decir la ciudad entera, con su pésima gestión. Además de repudiar lo que consideraba una falsedad, el gobierno municipal devolvía la bola con un exagerado revés para justificar que, si había algo de esa falta de movimiento que la oposición denunciaba, se debía a la imposibilidad de poner en marcha tal o cual iniciativa o tal o cual medida por culpa de la "parálisis" -otra más- de instituciones superiores que esclerotizaba al Ayuntamiento. Pero a todas luces ha sido casi siempre un uso facilón e indebido, por partidista, del término.

Parálisis la de ahora. A mí me parece muy bien que haya grandes, y hasta brillantes, optimistas en estas mismas páginas. Yo les pido un hueco en su carro de la alegría. Prometo no aguar la fiesta, sentado al fondo. Ni siquiera preguntaré a dónde vamos, si es que nos dirigimos a alguna parte. Desde luego a la Feria no. La ciudad estaría hoy, 20 de abril, a poco menos de una semana de su comienzo. Pero no hay prolegómenos de nada. No hay preferia porque no la va a haber sin pre. Y huele a cualquier cosa menos a Feria. En circunstancias más óptimas los más feriantes ya estarían restando días, horas y minutos para la noche del pescaíto y el encendido del alumbrado. ¿Pero quién puede pensar en eso ahora? También está paralizado el ánimo. Lo que darían las guardias de las Urgencias de los hospitales sevillanos por cambiar lo que tienen ahora entre manos por los comas etílicos de las madrugadas de la Feria. Pero las únicas palmas que se van a tocar la semana próxima son las que reciben ellos cada tarde desde los balcones.

Por cierto, ya que estamos con eso: coincido con el arzobispo -sí, qué pasa, a qué viene ese gesto de extrañeza- cuando se refiere en la entrevista publicada ayer por este periódico a que "hay casos en los que el movimiento de los balcones ha derivado en frivolidad y mal gusto". Pero es comprensible, monseñor, qué van a hacer las criaturas. Son ya muchos días encerrados. Y en Sevilla, siempre se ha dicho, hay mucho grasioso, por lo que es natural que la grasia se desborde y salga a raudales por los balcones. El fenómeno se acentuará la semana próxima: sin posibilidad de hacerlo en la caseta de turno, el balcón se impondrá como tablao improvisado donde el grasioso lucirá sus dotes. Al tiempo.

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