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Pasando del PISA

No creo que haya la suficiente madurez democrática en nuestro país para coger el toro de la educación por los cuernos

Al problema de la educación en España, yo al menos, no le veo solución. Mucho tiene que cambiar la mentalidad de los españoles para que el sistema educativo cumpla su función. El fracaso de la mítica Institución Libre de Enseñanza supuso la pérdida de una oportunidad de oro, una más, para la instauración de un proyecto estable; pero un país tan dado a la improvisación y al oportunismo no parece predestinado a ello. Aquí no se suma, sino se resta. Nadie continúa hacia adelante a partir de unas bases sólidas, sino que retrocede, enmienda la plana al anterior españolito, su enemigo, y comienza de nuevo según su conveniencia.

No creo que haya la suficiente madurez democrática en nuestro país para coger el toro de la educación por los cuernos. Vemos cómo los primeros espadas se refugian en su entorno, hacen piña en defender su pan y no tienen reparos en culpar de su fracaso al mismísimo Viriato si hiciese falta. Tras este ejercicio de cinismo qué se puede esperar. Hasta ahora el único planteamiento para paliar el fracaso ha sido el maquillaje de las estadísticas valiéndose de estratagemas varias que más vale no enumerar para no herir la susceptibilidad de mentes honestas. Las reformas van dirigidas a sustituir la educación por el adoctrinamiento. Esta dicotomía tan fácil de resolver no debería ser obstáculo en un país democrático y libre, pero el poder gusta de conservar resortes que le permitan mantenerse y retroalimentarse continuamente, sobre todo cuando la actividad política se ha convertido en un modus vivendi, hecho que en España es harto frecuente.

La educación en España está más pendiente de la propaganda que de su auténtico objetivo. La Administración, hecho muy típico de la burocracia hispánica, ha creado una maraña insalvable que hace insoportable el sistema y los profesionales se escudan en ello para justificar su desidia. Muchos padres eluden su responsabilidad exigiendo y pensando que el sistema educativo es una guardería para adolescentes. Resultado: los alumnos buenos progresan solos, a pesar del sistema, pero aquellos a los que éste debería sacar adelante se hunden en el fracaso escolar. Mientras tanto, lejos de mejorar el sistema que tanto cuesta y tan imprescindible es para el futuro de un país, los esfuerzos se dirigen al maquillaje de resultados y culpar a la herencia recibida. Ante este panorama: ¿cómo va a ser uno optimista?

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