Ha pasado casi medio siglo, pero en el año que Pier Paolo Pasolini habría cumplido cien años, se vuelve a hablar del terrible final de uno de los más grandes intelectuales europeos. "Yo lo sé. Conozco los nombres y los delitos de los que son culpables. Lo sé. Pero no tengo las pruebas. Ni siquiera indicios. Lo sé porque soy un escritor que está al tanto de lo que sucede, de lo que se escribe, que discurre sobre lo que permanece oculto y trata de unir las piezas desorganizadas y fragmentarias del panorama político, de poner luz allí donde parecen reinar la arbitrariedad, la locura y el misterio. Todo eso forma parte de mi oficio y del instinto del escritor". Así escribía PPP en una columna del Corriere della Sera a propósito de la estrategia de la tensión que estaba llevando a Italia al borde de la ruptura social y política. Un año después, la madrugada del día de difuntos, Pasolini fue asesinado en la playa de Ostia, en la periferia romana. El cadáver del poeta y cineasta fue descubierto, a la mañana siguiente, por una mujer que paseaba por la zona: tenía el rostro tan desfigurado que lo confundió con restos de basura.

La versión oficial dice que lo mató el chapero al que había recogido en los alrededores de la Estación Términi en su Alfa Romeo gris plata, pero esta hipótesis nunca ha gozado de excesivo crédito. Las circunstancias de aquel crimen siguen sin aclararse cuarenta y siete años después. ¿Cuántos fueron los autores? ¿Tuvo un móvil político? ¿Estuvo relacionado con las investigaciones que realizaba Pasolini para su último libro -sobre la guerra del petróleo-, que, de haberse publicado en aquellos momentos, habría provocado un terremoto en los cenáculos del poder? Demasiadas incógnitas para un caso que permanece abierto, como una herida, en la conciencia del país. Uno de los muchos misterios sin resolver a los que el propio PPP se refirió en sus escritos corsarios. Aunque, como dejó dicho Ennio Flaiano, el coguionista de las mejores películas de Fellini, Italia, más que de misterios, es una tierra de secretos, porque siempre hay un tipo que conoce los hechos y guarda en un cajón los documentos que los explican. Antes o después, alguien abrirá el cajón que esconde las pruebas del "delitto Pasolini" y permitirá que la verdad, por fin, resplandezca. O quizá no.