Las pateras son un recurso para rellenar una página en el periódico. Se pone la foto con el negro exhausto auxiliado por un voluntario de la Cruz Roja o la de un guardia civil con un bebé en brazos -es asombrosa la capacidad de aguante de estos seres humanos desde sus primeros días de vida-, se escribe al lado o bajo la imagen indicando que los inmigrantes -un día un número, otro día otro- fueron rescatados por Salvamento Marítimo cuando la patera iba a la deriva o estaba a punto de irse a pique y ya está lista la página y acabado el trabajo. A otra cosa. Si la jornada ya ha concluido, a casa a cenar y a ver una película para relajarnos o a un bar a beber mientras rajamos sobre lo mal que está todo. Al día siguiente habrá más pateras y más fotos con su texto mínimo. Otro rescate de Salvamento Marítimo, con los nombres extraños de sus helicópteros y sus barcazas y con el número de las personas que viajaban en la patera, y más negros atendidos en el puerto de esta o aquella localidad costera por la Cruz Roja: mujeres embarazadas a punto de salir de cuentas, bebés que de haber nacido en otro sitio habrían posado para Benetton con prendas de colores pero que al haberlo hecho donde lo han hecho han cruzado el Estrecho en una chalupa agujereada a los pocos meses de haber venido a este mundo, jóvenes con la camiseta del Real Madrid o del Barça anhelando no ser descubiertos y que su milagrosa acogida en Occidente concluya con un puesto en un equipo de tercera regional, hombres en fuga de su propio pasado -o sea, la guerra, la hambruna- locos por hacerse con una plaza fija en el semáforo de una gran ciudad con su mochila de kleenex...

Hasta que un día aparece en el horizonte un buque como el Aquarius y la mecanización con la que nos estábamos dedicando a dar cuenta de las noticias de pateras encalla, cruje y se rompe. Ya no vale el pie de foto con el que durante todo el año hemos estado solventado un asunto rutinario de manera cada vez más inconsciente -un día son 24, al siguiente 86, al otro 40 de los que no se encuentra a ni uno hasta que el mar devuelve algunos muertos a la orilla entre las algas y los desperdicios que le echamos los vivos-. No, ya no vale el pie de foto. La cadena de montaje se atasca por un momento, pero enseguida se repara: las televisiones despliegan sus equipos, las emisoras de radio trasmiten programas extraordinarios, los periódicos desplazan a enviados especiales. Ahora sí, las pateras van a primera página. Mejor si es con publicidad.

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