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Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Patria o nación

Las distinciones entre patriotismo y nacionalismo reparan en sus accidentes, no en sus esencias

Escribo estas líneas antes de que se conozcan los resultados de las elecciones autonómicas, pero no quería dejar pasar cierta inquietud relativa a la campaña, aunque la cuestión no es ni mucho menos exclusiva de la misma. En cualquier caso, resulta significativo el empeño de no pocos portavoces, presidentes, aspirantes y diputados a introducir en los debates políticos con cada vez más determinación las distinciones entre patriotismo y nacionalismo, y Andalucía no es una excepción, bien a cuenta de los rebrotes del nacional-sentimentalismo andaluz o de la consignación de Cataluña, metida con calzador, como fantasma a evitar a toda costa. En todo caso, el espectro propio de la derecha, fragmentado y tal vez por eso más resonante, aunque sea para decir siempre lo mismo, cual múltiple cabeza de Medusa en plena trifulca de besugos, insiste en que este país necesita, empezando por Andalucía, buenos patriotas en lugar de nacionalistas. Que las banderas constitucionalistas, sobre todo las centralistas, son emblemas patrióticos; mientras que las independentistas, e incluso algunas autonomistas dependiendo del uso que se les confiera, son nacionalistas. Las primeras son buenas, las segundas malas. El patriotismo alimenta, el nacionalismo engorda. Lo curioso es que Andalucía llevaba décadas mostrando un sano escepticismo, casi laicismo, al respecto. Pero ahora hay que mojarse. Son otros tiempos.

Afirman los profetas de esta cuerda que el nacionalismo es excluyente, supremacista, racista, aberrante; mientras que el patriotismo es incluyente, permeable, tolerante, extensivo. Es curioso que incluso una Susana Díaz que se ha negado a meter a Cataluña en los debates no duda, cuando corresponde, en introducir ciertas soflamas patrióticas sobre el deber de los andaluces en relación a España, con la ilusión, tal vez, de que Blas Infante aplauda desde alguna parte. Pero un servidor tiene sus dudas: referirse así al patriotismo y el nacionalismo viene ser un intento de definirlos por sus accidentes, no por sus esencias. Y, en cuanto a éstas, ambos son idénticos en la medida en que comparten el mismo principio de homegeneidad: la delimitación de la colectividad como sujeto histórico a tenor de ciertas características culturales absolutamente monolíticas, sin espacio para el matiz ni para la evidencia de que pararnos a pintar una cultura monolítica significaría incurrir en un oxímoron. Patria y nación son, así, la misma falacia.

Más difícil sería para nuestros políticos reivindicar una fraternidad social. La asunción del otro como uno mismo. Pero claro, se trata de ganar votos. Suerte al ganador.

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