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NO voy a negarle méritos a Penélope Cruz, que ha demostrado ambición y ganas de trabajar, pero me pregunto si es en verdad la gran actriz que todo el mundo dice que es. Que yo sepa, Penélope Cruz no ha representado nunca -ni en el cine ni en el teatro- un solo personaje de Shakespeare ni de Chéjov ni de Strindberg, ni tampoco de Valle-Inclán o de Lorca, por citar autores más próximos y quizá más fáciles para una actriz española. Y que yo sepa -aunque puedo estar equivocado-, no la hemos visto nunca en un personaje que sea capaz de expresar todos los registros emocionales que caben en un ser humano. La hemos visto en papeles de chica simpática y decidida, siempre zumbona y sensual -o más bien sexual-, tal vez haciendo de ella misma o de alguien que se le parece mucho, toda ella cuerpo y salero y ganas de salir adelante, pero con pocos matices y muy poca intensidad dramática. ¿Sería capaz de hacer un papel que no fuera el de una chica superficial o en todo caso poco reflexiva, siempre impulsiva y ambiciosa, con más cuerpo que cabeza? ¿Habría sido capaz de actuar en La soledad, de Jaime Rosales? Sí, ya sé que ha trabajado con Almodóvar y Amenábar y Trueba, pero me pregunto si esos directores son también tan grandes como se dice que son (y sobre todo como ellos creen que son). El otro día vi Hable con ella y me pareció un tostón superlativo que tenía menos ritmo que un documental sobre perezosos amazónicos de La 2.

Quizá yo no sepa nada de cine, aunque llevo muchos años viendo películas. A mí, por ejemplo, me gusta mucho Ingmar Bergman, pero no sé si el cine de Bergman se considera ahora cine o más bien un producto antediluviano de la época de las linternas mágicas. En las películas de Bergman, los actores -y sobre todo las actrices- son capaces de revelar los abismos que puede llegar a sentir el ser humano sin más gestos que un brillo húmedo en los ojos o un leve temblor en los labios. Y Bergman lo conseguía con actores -y sobre todo actrices- colosales, como Bibi Andersson (la sueca, no la tangerina) y Liv Ullmann, o Ingrid Thulin y Harriet Andersson (otra actriz descomunal, búsquenla en Gritos y susurros). Ninguna de estas actrices, por cierto, ganó nunca un Oscar. Es posible que nunca se les pasara por la cabeza ganarlo y que nunca le dedicaran un segundo de su tiempo, porque sabían que había asuntos mucho más importantes en la vida. El caso es que nunca lo ganaron, y eso tampoco pareció preocuparles mucho. Mejor para ellas.

Penélope Cruz es una actriz esforzada y con grandes dosis de voluntad, pero poco más. Pónganla en un primer plano durante cinco minutos y háganla expresar con un simple temblor en los labios el abismo que se siente ante la muerte, la soledad, la angustia o el amor no correspondido. Y a ver qué sale.

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